Hibachi es un restaurante que tiene dos locales, uno en la ciudad de Quito y otro en el valle de Cumbayá, y cuya oferta central es teppanyaki. Este, más que un plato, es una experiencia japonesa relativamente nueva, creada por el chef Shigeji Fujioka a mediados de la década de los 40.

Se popularizó en Occidente gracias a los extranjeros asentados en dicho país luego de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo norteamericanos, quienes lo difundieron en Occidente. Se trata de una plancha de acero incrustada en la mesa frente a la cual se sientan los comensales.

Requiere no solo de un chef experto, sino que este sea un buen anfitrión y, en ocasiones, showman, ya que compartirá con usted al menos tres cuartos de hora, en los que cocinará a dos metros de distancia, con fuego y flama, proteínas, vegetales y arroz, cocinados en esta plancha que tiene distintas temperaturas dependiendo de la distancia a la que el cocinero coloque los alimentos con relación a su centro, yendo de más de 200 grados a 80.

Es una experiencia ideal para compartir con amigos, siempre que pueda tener el tiempo suficiente para disfrutarla. El teppanyaki es un buen ejemplo de slow food, en que el gozar de toda la tradición requiere que usted no esté de apuro.

Las proteínas, como el salmón, cocinado con su piel crujiente y crocante, langostinos, pulpo, carne, junto con cebollas, daiken con sus hojas —un rábano japonés de una textura superior—, brócoli y otros vegetales, además de un arroz ya cocinado que se fríe en la plancha con aceite de sésamo y girasol, dan un resultado superior gracias a las especias y la técnica del chef.

Una gran parte del sabor que usted recibirá en su mesa, tanto en el arroz como en las proteínas y los vegetales del teppanyaki, dependen de las especias, salsas y aceites que el cocinero use en la plancha: mirim, soya, ponzu, sésamo, entre otras.

En nuestro caso, Andrés resultó un cocinero, showman y anfitrión excelente. Las piruetas, maromas y malabares que dominó y de los que hizo gala con sus utensilios mientras cocinaba, lo que nos entretenía como un buen anfitrión, hicieron que la experiencia valiera la pena, entregándonos un producto de excelente sabor, en los justos términos que exigimos.

El tempura de Hibachi es también un plato recomendable. Mariscos y vegetales rebozados muy finos y crujientes, en una salsa con soya, vinagre, azúcar, sal y fondo de pescado.

Lo único que aconsejo no pedir: el nigiri. Me sorprendió la diferencia en calidad de este plato frente al resto del menú que degustamos, por su corte, estado y selección de materia prima.

Otro plato de la carta pedido, distinto al teppanyaki, fue curri tailandés, una mezcla de daikon, espárragos, zucchini, pimiento rojo en leche de coco y pasta de curri con pollo y arroz. Similar a lo que usted puede encontrar en un puesto en cualquier calle de Bangkok, algo menos especiado.

Hibachi ofrece una buena experiencia en Quito, a precios razonables, a excepción de sus nigiris. (O)