En los diccionarios de siglos pasados, los nombres de cargos públicos solo constaban con género masculino, ya que por tradición esas funciones eran ejercidas únicamente por hombres. El femenino se usaba para referirse a la esposa del dignatario que desempeñaba algún cargo. Y así en el siglo XVII se usaba la palabra presidenta para nombrar a la esposa del presidente. No obstante, en aquellos tiempos la voz presidenta también tenía la acepción de ‘mujer que manda y preside en alguna comunidad’.