La crisis global creada por el coronavirus nos ha tenido sitiados por todo un año. Durante este largo periodo hemos tenido que adaptarnos y someternos a toda clase de limitaciones, necesidades y pérdidas (de libertad, de trabajo, de oportunidades, de seres queridos). El temor al virus ha desconfigurado nuestras vidas. Nos hemos acostumbrado a vivir bajo continuo estrés, a que las reglas del juego cambien de un día para otro, a que la inseguridad y la incertidumbre sean componentes básicos de nuestra vida diaria y de nuestra visión sobre el futuro.