En nuestro país los juegos de azar (cartas, ruleta, dados) estuvieron permitidos exclusivamente en los casinos y salas de juegos. En 2011 se prohibió su funcionamiento como resultado de una consulta popular. Poco tiempo después comenzó a promocionarse en línea el juego de cartas (torneos de póker principalmente). Gradualmente comenzó a insinuarse la participación del televidente mediante apuestas económicas.

Logrado esto se expandió el escenario para incluir juegos deportivos, con el patrocinio de deportistas famosos y el auspicio de grandes torneos. En la actualidad las casas de apuestas, que no tienen restricciones en su publicidad, han copado el espacio de los deportes. Asimismo, algunos videojuegos requieren de apuestas económicas.

Las apuestas en línea pueden hacerse desde cualquier parte del mundo y durante 24 horas al día. Se estima que entre el 1,2 % y el 4 % de la población mundial es adicta al juego, en unas regiones más que en otras (en Singapur, por ejemplo, se estima que el 75 % de la población asiste regularmente a los casinos).

La fácil accesibilidad por medio de un celular o PC añade un componente motivador para quien, por curiosidad, tentación o presión de amigos se siente inclinado a explorar el mundo de las apuestas en línea. Hay que agregar que, debido a que el requisito para participar es una tarjeta de crédito, existe un relativo anonimato que en cierta forma enmascara las consecuencias adictivas, económicas, familiares y sociales, hasta que el problema se torna inmanejable. Los menores de edad, muy hábiles en el manejo de medios digitales, son especialmente vulnerables por su discernimiento todavía en desarrollo.

Jugar sin control es adictivo, afecta regiones del cerebro que regulan la sensación de placer y el control de la impulsividad, necesitándose cada vez más estimulación (más frecuencia) para mantener la euforia; dejar de hacerlo produce ansiedad, irritabilidad, desesperación. Este incremento en el nivel de tolerancia y el síndrome de abstinencia no son diferentes a lo que se observa en la drogadicción. El adicto no juega por placer, juega para huir de la ansiedad y el estrés, pensando que en la siguiente jugada resolverá sus problemas. Es alguien que debe buscar ayuda profesional antes de convertir su vida en un desastre para él y su entorno.