Nunca fui muy bailarín y mi esposa tampoco. Pero el deleite de la música sí nos hacía vibrar, a pesar de que nuestros gustos podían ser radicalmente diferentes. Estamos cerrando un año complicado, en el cual muchas de las tendencias sociales han sido alteradas y los jóvenes se han sumergido en una montaña rusa virtual, donde el TikTok o el Instagram recogen en breves segundos lo que podrían ser balbuceos dancísticos para muchos y que de la noche a la mañana pueden convertirse en fenómenos globales.