Tengo una hija, adulta joven, universitaria, quien empezó desde hace unos meses una relación con un hombre diez años mayor que ella, compañero de estudios. Esa relación ha ido tomando un sesgo preocupante. Se ha hecho evidente un control inquisitivo de parte de él sobre sus actividades. El retiro de redes sociales, la revisión constante de sus llamadas y mensajes, el acompañamiento presencial casi permanente, el distanciamiento de sus amistades y hasta un velado secretismo con respecto a su propia familia, son señales claras de una invasión abusiva de los espacios personales y el derecho a la privacidad de mi hija.