¿Sabía que la dignidad en el trato es el valor más importante en el trato a las personas de mayor edad? Los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos publicaron en la base de datos PubMed un análisis sobre el impacto de la dignidad en el trato y el cuidado de pacientes adultos mayores. Este es uno de los valores que los pacientes perciben de manera más sensible. Y en la atención institucional, corren un alto riesgo de perderla.

Al personal hospitalario se le recomienda ver al paciente como una persona única, tener una mejor comunicación, más privacidad y mejor cultura y entorno de trabajo. Desde la perspectiva de los pacientes, esta dignidad está sintetizada en seis temas: autonomía y control, privacidad, relaciones, cuidado y comodidad, comunicación e identidad.

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El entorno ideal para un adulto mayor es estar en su hogar con intervención multidisciplinaria. Foto: Shutterstock

¿Y a las familias? El llamado de atención es a dar compañía y tiempo, dejar a un lado las diferencias y los problemas en la relación. “Son las personas que amamos y que nos amaron”, dice la psiquiatra e investigadora Yesenia Acosta Vinueza.

Pero hay otro factor: la importancia de mantenerse activo en la vejez. El especialista en psiquiatría y psicología médica Diego Sarasola resalta la importancia de estar lo más activo posible al llegar a la tercera edad. “La sociedad empuja a un rol muy pasivo al adulto mayor, después de jubilarse, sobre todo. Y está vista la relevancia de tener redes sociales reales para la salud mental y la calidad de vida”.

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Volviendo a las sugerencias para los equipos médicos, una buena forma de reaccionar es hacer un abordaje rápido con los consultantes, desde la primera consulta médica, aporta Acosta. “Una persona no va al consultorio diciendo que tiene depresión. Va porque tiene dolor de cabeza, se siente mal, se siente cansada. Una persona con ansiedad suele pasar por el cardiólogo, el neurólogo, cuando se trata de un problema de salud mental que podía haberse detectado en la primera consulta; con intervención temprana y adecuado tratamiento, la tendríamos estable en poco tiempo”.

La idea, dice la psiquiatra, es evitar que nuestros adultos mayores lleguen con una carga de enfermedades crónicas no controladas, y atender nuestra salud mental a toda edad. “Que no sea la vejez una condición relacionada a enfermedad y sufrimiento, sino de disfrutar lo que se ha producido”.

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El envejecimiento de la población también afecta a América Latina

Las proyecciones para 2030 y 2050 son de un marcado envejecimiento poblacional. El estudio Con más canas que ganas, publicado por la firma de consultoría de comunicación LLYC en 2023, reúne datos al respecto. En términos globales, el número de personas de 60 años o más aumentará de 46 millones en 2015 a 147 millones en 2050 (Prospectos de Población Mundial, Naciones Unidas, 2022).

En América Latina y el Caribe, la transición demográfica se ha acelerado. En 2020, más del 8 % de la población tenía 65 años o más, y se estima que ese porcentaje se duplicará para el 2050. Foto: Shutterstock

El giro también se da a notar en América Latina. De acuerdo con datos publicados por la Organización Panamericana de la Salud, en América Latina y el Caribe, la transición demográfica se ha acelerado. En 2020, más del 8 % de la población tenía 65 años o más, y se estima que ese porcentaje se duplicará para el 2050.

¿Cómo avanzar hacia un envejecimiento saludable? Mirándolo desde un punto de vista social y no solo como un asunto familiar. Sí, el adulto mayor, incluso si necesita intervención multidisciplinaria, está mejor en su hogar que en un centro. Su funcionalidad y su bienestar emocional aumentan. Eso no significa que sea asunto exclusivamente de la familia.

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Todos los sistemas de salud se enfrentan al dilema de que cada vez hay menos masa aportante, y mayor cantidad de jubilados. “En los últimos años de vida, el paciente consume más del 60 % de lo que consumió en salud en toda su vida. Eso es un problema en cualquier lugar del mundo. En nuestros países latinoamericanos, que arrastran problemas asistenciales crónicos, esto se agrava. Por eso es importante tocar estos temas a tiempo”, dice Sarasola, que visitó Ecuador para una jornada de la Sociedad Ecuatoriana de Bipolaridad, invitado por Laboratorios Bagó. Allí disertó sobre el trastorno bipolar en geriatría y los trastornos de ansiedad en el adulto mayor.

Este grupo, reflexiona el psiquiatra, siempre es un desafío en cualquier enfermedad, porque en las facultades no se forma a los médicos para la edad avanzada, a menos que opten por una subespecialización. “Y sin embargo, poblacionalmente hay cada vez más”.

Señales a las que estar atentos con los adultos mayores

Sarasola dice que hay una señal muy evidente de que algo no está bien: cuando la persona cambia su forma de ser. “Es muy común que los hijos, los nietos o la pareja diga: ‘Él o ella no son los de antes’. Ese dato, sin causas externas claras, es un indicio para estudiar. Es muy raro que un paciente cambie su modo de ser a esa edad. A veces buscamos erróneamente justificativos psicológicos, como que se jubiló. Y no lo estudiamos. Siempre hay que estudiar esos cuadros”. La vejez, agrega, no puede resignarse a ser una etapa de irritabilidad, tristeza, apatía o pérdida de memoria.

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“Esto pasa con el alzhéimer. Es cierto que con la edad uno se olvida un poco más. Pero eso no significa que cualquier olvido lo justifiquemos. La mayoría de los cuadros de demencia empieza con fallas en la memoria”. La depresión bipolar, añade el doctor Sarasola, no solo se manifiesta con tristeza o llanto, sino con irritabilidad. El ‘anciano enojón’ que no soporta a los nietos y pone mala cara cuando antes no la tenía, puede tener detrás un cuadro depresivo. “Uno tiene que consultar al médico”.

La depresión bipolar, añade el psiquiatra argentino Diego Sarasola, no solo se manifiesta con tristeza o llanto, sino con irritabilidad. Foto: Shutterstock

“Está demostrado que si un paciente depresivo continúa sin tratamiento, las enfermedades clínicas empeoran”. Por ejemplo, es común que alguien que tiene un infarto de miocardio se deprima después. “Si yo no trato esa depresión, ese paciente tiene más riesgo de mortalidad, no hará los ejercicios de rehabilitación ni hará la dieta, porque no tiene la voluntad. Tratar la depresión previene problemas mayores”.

En el caso de la patología bipolar, que solía asociarse al adolescente y al adulto joven, se manifiesta en el adulto mayor de dos modos: el bipolar crónico que envejece y el que debuta con síntomas a edad avanzada.

Una vez que se diagnostica, se caracteriza por periodos de estabilidad y otros que pueden ser maníacos o depresivos (no se alternan de manera ordenada, puede que solo haya una de las dos versiones). ¿Es similar a como se presenta en los jóvenes? “Es más frecuente la depresión que la manía”, explica Sarasola. Esto se suele acompañar de síntomas como la desinhibición (sexual, del habla) y deterioro cognitivo. No son solo síntomas en el ánimo, sino en el razonamiento y la planificación”.

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¿Cómo diferenciarlo del alzhéimer? “Si un paciente de 70 años tiene un cuadro sospechoso de trastorno bipolar, no puedo decir que no tiene alzhéimer. Al contrario, debo investigarlo. Todo adulto mayor que empieza con un trastorno bipolar tiene que ser estudiado para descartar que sea el inicio de otro cuadro como el alzhéimer (resonancia magnética del cerebro, evaluación cognitiva y otros estudios)”.

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La doctora Acosta menciona que en nuestro medio las demencias suelen ser secundarias a eventos cerebrovasculares por enfermedades crónicas no bien tratadas, como la diabetes y la hipertensión arterial. Pero también persisten condiciones que aparecieron en la infancia y en la juventud, como los trastornos de depresión y ansiedad y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

La vejez no puede resignarse a ser una etapa de irritabilidad, tristeza, apatía o pérdida de memoria. Foto: Shutterstock

El impacto de estos en el individuo puede generar una discapacidad. “Aunque no tenga una dificultad física evidente, la pérdida de la voluntad, del interés, el desánimo hace que la persona tienda a retraerse”. Para la familia, es un golpe en la economía y en la calidad de vida. “La dificultad de seguir accediendo al tratamiento hace que entre en un círculo vicioso: no puede pagar el tratamiento y no accede a los servicios públicos por desconocimiento o por trabas”.

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Aún más discapacitantes son la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer, que hacen que el adulto mayor se vuelva dependiente de su familia o de un centro privado.

La doctora Acosta considera que hay dos campos en los que trabajar: la promoción de la salud mental y emocional desde la niñez y la prevención y detección temprana de las enfermedades. “En la Universidad Técnica del Norte hicimos una investigación en 7 centros de salud con 1.700 personas (Prevalencia de trastornos mentales en consulta ambulatoria del centro de salud de San Antonio, mayo-julio 2022). Solo una o dos acudían por problemas específicos de salud mental, el resto iba por otras dolencias”. Aplicaron un test para identificar trastornos de ansiedad, depresión, cuadros psicóticos, consumo de sustancias y el riesgo de suicidio. “Más del 50 % de esas personas tenía un problema de salud mental”, muchos de ellos con cuadros psicóticos. Un 8 % tenía riesgo de suicidio alto.

Acosta recuerda que tras la pandemia, los problemas de salud mental aumentaron casi en un 30 %. Y que ese efecto no ha desaparecido, sino que persiste. (I)