El flamante ministro de Energía, Fernando Santos Alvite, habla claro y a ratos crudamente sobre la situación petrolera en el país. Con cincuenta años de experiencia en la industria, señala los temas sensibles: la producción petrolera difícilmente se incrementará y pedirá que se rebaje el supuesto macroeconómico de barriles en la proforma; el Ishpingo tiene problemas en la producción. Pero también define los proyectos que piensa llevar adelante. Uno de ello es el Campo Amistad, que dice sí se lo puede licitar de manera inmediata. Advierte que en los próximos días habrá una reestructuración en los directorios de las empresas públicas, a la cabeza Petroecuador, que no tiene ni balances ni rinde cuentas a la sociedad. Esa será una manera de combatir la corrupción, la cual ha dicho que se convirtió en el gran flagelo del sector.