Alejandra (quien prefiere mantener su apellido en reserva) es una profesional quiteña que vive en la parroquia urbana La Concepción, en el centro-norte del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), pero la vida social de sus hijos se concentra en la parroquia rural Cumbayá.

“En la clase media alta se ha puesto más de moda irse a vivir a Cumbayá; es como una tendencia esnobista (emular a los que se considera de clase alta para aparentar ser parte de ellos). Todas las fiestas y actividades de mis hijos se desarrollan en Cumbayá, y me toca viajar 45 minutos para llevarlos. Es una zona muy de moda, como si todo lo que está in se concentra allí”.

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Este movimiento dentro del conurbado de la capital nacional trae como consecuencia que la población de clase social alta que se había asentado en Cumbayá ahora esté migrando a otras parroquias rurales de la periferia, como Puembo y Pifo. “La idea es que, mientras más lejos, más exclusividad”.

La parroquia Cumbayá incluye las propiedades más caras, con un costo de 1.200 dólares por metro cuadrado. De ahí que haya ofertas de casas más pequeñas para atender esta demanda de personas que quieren vivir en esta zona.

Pese a que Alejandra trabaja en Cumbayá, se niega a dejar el centro-norte de Quito. “Mi casa tiene 570 metros cuadrados. Todo el mundo me dice: ‘¿Por qué no te vas a vivir a Cumbayá?’. Yo les digo (que) no, porque cómo voy a vender mi vivienda para irme a vivir en una hasta tres veces más pequeña, pero soy la excepción”.

La tendencia sobre todo de los más jóvenes, dice el urbanista y arquitecto Fernando Carrión, es irse a vivir a las parroquias rurales, fuera de las zonas tradicionales desde donde se ha ido expandiendo la capital.

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Una pareja adquirió hace un año una propiedad en planos de un poco más de 500 metros cuadrados en Cumbayá, a un costo de medio millón de dólares, valor que Alejandra no tiene.

Quito acogió ser Distrito Metropolitano de Quito a partir de 1992. Es la única ciudad del país que oficialmente asumió esta manera más amplia de organizar un territorio que tiene un potencial de crecimiento urbano. Carrión participó de este proceso que se viabilizó mediante una ley, a la que también pudo acogerse Guayaquil, pero no sucedió.

Con el tiempo, las 33 parroquias rurales y suburbanas del DMQ se han ido integrando a las 32 urbanas para conformar de forma más consolidada una región metropolitana, pero la población ya se ha extendido fuera de sus límites hacia cantones aledaños para conformar un conurbado que incluye, además, a los habitantes de los cantones Rumiñahui, Mejía, Cayambe y Pedro Moncayo.

El DMQ y su zona de influencia, que abarca a los cantones señalados, conforma un conurbado de 3′035.270 habitantes, según el último censo del 2022 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), lo que lo convierte en el segundo más poblado del país, superado solo por el de Guayaquil.

Esta cantidad de pobladores es 20,1 % mayor que en 2010, cuando se contabilizó en todos estos cantones un total de 2′527.376 habitantes.

Es una región urbana que sigue consolidándose con el movimiento interno de las personas. La Concepción, en la que vive Alejandra, es una de las 21 parroquias del DMQ que perdieron población del 2010 al 2022.

Mientras que Cumbayá está en el grupo de las 44 parroquias cuya población aumentó del 2010 al 2022. Su número de habitantes pasó de 31.197 a 41.819 en ese periodo de doce años, que representa un incremento del 34 %. Esto refleja la migración de las zonas históricas y consolidadas de la capital hacia la periferia, lo que los urbanistas conocen como la metropolización. Un fenómeno que también se observa en Guayaquil.

Esta forma de expandirse es la tendencia general de las grandes áreas metropolitanas de América Latina, dice Carrión . “Vivimos un cambio de un patrón de urbanización que antes era una ciudad, un territorio que era la ruralidad y un solo Estado. Hoy estamos en una región urbana o una ciudad de ciudades, que se articula con otras y está inscrita en varios estados (cantones)”.

Una panorámica de Quito, que se extiende hacia el este de la ciudad.

Hasta 1990, explica Carrión, había una migración del campo a la ciudad. “Quito tenía una tasa de crecimiento más alta de lo que tenían las parroquias rurales hasta ese momento. De ahí hay un quiebre con una expansión mucho más baja que el de las parroquias rurales, se invierte el ciclo migratorio: ya no es del campo a la ciudad, sino de la ciudad hacia el campo, y allí van constituyendo el área metropolitana de la capital”.

Los que llegaron de las zonas rurales y se asentaron en las zonas consolidadas se siguen moviendo esta vez hacia la periferia, los valles, donde están las parroquias rurales del DMQ.

La población de las 32 parroquias urbanas del DMQ en su conjunto aumentó un 9 % del 2010 al 2022. La de las 33 parroquias rurales subió un 47 % en el mismo periodo.

El crecimiento de la mancha urbana ya no es lineal hacia el norte, centro, sur o viceversa, dice Carrión. “Hoy la expansión es hacia el este, hacia la zona de los valles. Quito se convierte en una especie de mano. Cada uno de los cinco dedos es un valle específico: la Mitad del Mundo (parroquia San Antonio), Guayllabamba, Cumbayá-Tumbaco, valle de los Chillos (Amaguaña y el cantón Rumiñahui) y la zona de Machachi (en el cantón Mejía)”.

La capital se va expandiendo desde su zona consolidada por los callejones que forman una mano hacia estos valles.

Foto: JUAN RIERA

Uno de los desafíos de este crecimiento es generar una conectividad más integral y conseguir que el crecimiento se dé en territorios aptos.

“En la última década del siglo XX hay un crecimiento muy fuerte de la población en las laderas del (volcán) Pichincha, que es lo que acabamos de vivir ahora con el tema de La Gasca (en el centro norte de la urbe)”.

Un nuevo aluvión afectó esta área el martes 2 de abril. El torrente se desbordó de una de las quebradas del volcán Pichincha.

Otro anterior ocurrió a finales de enero del 2022 en este mismo sector, cuando las intensas lluvias provocaron una fuerte acumulación de agua que sobrepasó por cuatro veces la capacidad del embalse en la quebrada El Tejado. Hubo muertos, heridos y desaparecidos.

‘El volcán Pichincha tiene 53 laderas, el peligro está en asentarse en zonas no aptas’

La Gasca es una zona del centro-norte de Quito afectada por aluviones que se deslizan por las quebradas del volcán Pichincha. Foto: AFP

La Gasca es un área consolidada con casas y departamentos, pero hubo un fallo de planificación en el momento de desarrollar estos proyectos.

La zona es parte de la parroquia urbana Belisario Quevedo, que tiene un tímido crecimiento poblacional del 5,8 % al pasar de 47.711 habitantes a 50.500 del 2010 al 2022.

Uno de los problemas más complejos, manifiesta Carrión, es que el volcán Pichincha tiene 53 quebradas que generan un riesgo si no hay un manejo adecuado.

Las parroquias urbanas del DMQ donde más aumentó la población del 2010 al 2022 fueron Turubamba con un aumento del 72,6 %, Guamaní (47,5 %), Iñaquito (41,2 %), Quitumbe (39 %), El Condado (29,2 %), La Ecuatoriana (26,1 %), San Isidro del Inca (23,9 %) y Carcelén (22,8 %).

“Estas son zonas de la periferia de la base central del norte al sur o viceversa”, indica Carrión.

Pero hay 23 parroquias rurales con un crecimiento poblacional que está por encima del promedio del Distrito Metropolitano de Quito, cuya población total subió un 19,5 % en el periodo de doce años señalado.

Estas parroquias rurales son Nono, Calderón, Conocoto, Tumbaco, San Antonio, Llano Chico, Zámbiza, Yaruquí, Alangasí, Guangopolo, Amaguaña, Pifo, La Merced, Tababela, Cumbayá, Puembo, Nayón, Píntag, Checa, Guayllabamba, Pomasqui, Lloa y Calacalí, con incrementos que van del 80,8 % al 26,5 %.

Otra problemática son las conexiones entre las zonas urbanas tradicionales de Quito con los valles, como hacia la parroquia Cumbayá, afirma Alejandra: “Los traslados desde el centro-norte de Quito hacia Cumbayá suelen hacerse en 45 minutos fluyendo medianamente, pero en quincena y fin de mes todo colapsa; allí se hace hasta hora y media, y una hora más de regreso, es decir, dos horas y media entre ir y regresar”.

La Ruta Viva y la autopista Simón Bolívar, que conectan con los valles para ir a las parroquias Calderón, Tumbaco, Puembo, Pifo y la periferia, son de alta siniestralidad. “Solo un accidente de tránsito que ocurra y cierre un carril de la Simón Bolívar hace colapsar toda la ciudad”.

El metro tiene una concepción lineal de la ciudad, dice Carrión: “Fue realizado por los españoles (Metro Madrid), que no tenían el conocimiento de lo que era Quito; entonces, se fortaleció la linealidad norte-sur; por eso es que no tiene ninguna vinculación este-oeste. Ese es un gran problema. Se suponía que debía llegar a 400.000 pasajeros diarios, y este rato lleva a 120.000: no llega ni a la tercera parte”.

El movimiento poblacional de las personas de altos ingresos también evolucionó. “Primero salieron del centro histórico hacia La Mariscal. Luego de unos años pasaron hacia El Batán y la zona de la avenida González Suárez. Y ahora se mudan hacia las parroquias Cumbayá y Tumbaco”, dice Carrión.

Los más jóvenes reflejan mejor esta tendencia migratoria de ir hacia los valles. Los más adultos prefieren quedarse en las zonas tradicionales. (I)