Luego de la propuesta de blindar a Guayaquil contra la posible politiquería y la demagogia a futuro que hice a través de esta columna hace pocos días, y que reiteró lo que hace más de dos años expuse en el aniversario del Colegio de Economistas del Guayas, cuando por primera vez expresé la necesidad de una consulta popular para blindar el modelo de la ciudad, una gran cantidad de personas me ha abordado sobre el tema. Se han producido muchas entrevistas en muchos medios de comunicación, se han vertido bastantes opiniones, y en este querido Diario varios ciudadanos han expresado su criterio, algunos de los cuales fueron publicados por los editores.

En realidad, el que el tema se esté discutiendo es de por sí un gran logro. Pero no puedo dejar de escribir este segundo, y último artículo sobre el tema, pues creo que es la ciudadanía la que tiene que discutirlo más que mi persona, quien propuso la idea.

Y tengo que escribirlo por dos razones: la primera, porque es menester aclarar lo que muchos detractores de la idea han dicho: “Que no puede venir un nuevo alcalde o alcaldesa a estar maniatado”.

Pregunto yo, si las reglas macrofiscales que tiene Chile que limitan lo que se puede hacer en materia de déficit fiscal y en materia del fondo de estabilización del precio del cobre, por ejemplo, han limitado, cerrado o clausurado el juego político en Chile. Pregunto si las reglas sólidas que impiden que el Banco Central de Chile financie al Gobierno son una limitación al juego político o a la democracia.

Reflexionemos: ¿gobierna hoy Piñera limitado por esas sólidas macrorreglas? ¿Gobernó la señora Bachelet sin capacidad de imponer su sello y estilo en el ejercicio del poder? Definitivamente no. Lo que esas reglas hicieron es prevenir la irresponsabilidad de todos los gobiernos anteriores, y que cuando ocurrió el terremoto, recién asumido el poder en el primer mandato por el presidente Piñera, Chile tuviera casi 30.000 millones de dólares guardados, con los cuales ese país cubrió los costos de la reconstrucción, sin necesidad de la caridad internacional ni de impuestos y grandes ajustes. Lo que esas reglas han hecho es ser parte de un conjunto de realidades que ha llevado a Chile a ser el país de América Latina con el más alto ingreso per cápita del continente.

Pregunto yo, ¿la regla que en los EE.UU. impide al Gobierno elevar el techo de la deuda sin autorización del Congreso: limita la democracia, limita el juego político, lo clausura? Hemos visto los apuros tanto de Obama cuanto de Trump para lograr los acuerdos en el Congreso para que esa regla no haga que el Gobierno quede en cesación de pagos. ¿Es esto falta de convivir democrático?

Pregunto yo, si la continua expresión del pueblo en Suiza a través de consultas populares, limita la democracia o limita la gestión de los políticos en ese país. De hecho bastan 100.000 firmas en Suiza para lograr que se produzca una consulta popular sobre cualquier tema. Para muestra notemos que en marzo y junio se han hecho dos consultas en el país helvético. Una, sobre la forma de financiamiento de la televisión pública y otra sobre normas de exclusividad de creación de dinero para el Banco Nacional de Suiza. El pueblo se pronunció. Aprobó el actual sistema de financiamiento de los medios públicos de comunicación y reiteró que no se debían cambiar prácticas contables de los bancos privados. Estas consultas han ratificado la solidez de la democracia Suiza, modelo para el mundo.

Si por ejemplo el pueblo fuese consultado y decidiera que no debe haber más de un 15% de gasto corriente, un nuevo alcalde no entra con las manos atadas. Tiene total discrecionalidad para junto a sus ediles decidir en qué se invierte ese 85%. Sea pavimentación, agua potable, canalización, parques, viviendas popular, submarinos para el río Guayas o un funicular para subir al cerro Santa Ana. Si esas inversiones sirven al pueblo este lo reconocerá. Si hay sobreprecios será castigado en las urnas, si lo hace transparentemente será premiado. No hay ninguna camisa de fuerza, excepto el claro mandato de no destruir con la politiquería el esfuerzo de Guayaquil de tantos años.

Göethe dijo: “Tanto en la política, como en la cama de los enfermos, los hombres cambian frecuentemente de posición, creyendo que así se hallan mejor colocados”. Napoleón, por su parte, apuntó: “El mayor mal de la política es no tener preceptos fijos”.

Ese genial ecuatoriano llamado Montalvo dijo: “Esta política es una peste, una enfermedad horrible, elefancia del alma, lepra de la conciencia: feliz el que de ella se precave, dichoso quien de ella se cura”.

No, no estamos limitando ni la democracia ni la política, ni la gestión de ningún alcalde futuro. Göethe, Napoleón y Montalvo dejan en claro por qué Guayaquil tiene que blindarse consultando a su pueblo. (O)