Venezuela vive una encrucijada y un momento histórico, que debe resolver en las urnas el domingo 28 de julio próximo. El dilema es: o recupera la democracia, las instituciones, el respeto a los derechos humanos, las libertades, que están conculcados, o sigue secuestrada por la dictadura de la revolución bolivariana, que le tiene sumido al país en la mayor pobreza y miseria de su historia reciente.

La mayoría de venezolanos, los que quedan porque más de siete millones de personas han salido despavoridos los últimos años, está harta con la dictadura y su situación interna, que le ha llevado a un colapso y a una crisis sin precedentes.

El momento de Venezuela

País rico, con enormes potencialidades, las mayores reservas petroleras del mundo, pero sumidos en su peor crisis, con una caída estrepitosa de su producción de crudo, en medio de una profunda corrupción, con la protección de la cúpula militar a un gobierno que ha esquilmado sus recursos y ha perseguido a todos quienes piensan distinto al poder de turno. El Producto Interno Bruto se ha derrumbado, la economía naufraga, los sueldos se pulverizan.

Régimen de terror que tiene en cárceles a centenares de presos políticos. Primero fue el coronel y luego el dictador actual, que durante casi 25 años le han llevado al desastre económico, social, político. Basta comparar los hechos y la realidad con indicadores económicos y sociales para confirmar la profunda crisis que vive. Con un salario mensual para profesionales de alrededor de diez dólares. Una inflación galopante y una escasez de productos de primera necesidad.

La esperanza de Venezuela

En este contexto se llega a unas elecciones presidenciales atípicas, con un gobierno desprestigiado e impopular, que solo vive del cuento, los cantos de la revolución y la defensa en el exterior del sindicato de ex presidentes corruptos, unos con sentencias condenatorias y otros cínicos, que tienen rabo de paja.

En el otro lado, a diferencia del pasado, una oposición unida y sólida, liderada por una mujer valiente, que fuera sancionada y suspendidos sus derechos por quince años, pero que sigue luchando día a día, de manera ejemplar, porque Venezuela recupere su democracia y sus instituciones. Con un candidato ampliamente favorito, que goza del respaldo popular mayoritario, según encuestas, y por ello los oficialistas y el círculo del poder están muy preocupados y les ha llevado a lanzar amenazas.

Este panorama debe alertar al mundo porque el dictador, de manera inmadura y desafiante, ha proclamado que si pierde habrá un baño de sangre, una guerra civil o finalmente dará un golpe con la ayuda de sus obsecuentes militares y contra el mandato popular a expresarse en las urnas, si no se produce un fraude electoral y le dan el triunfo. Está advirtiendo que no va a entregar el poder con cualquier pretexto.

Fraude, confrontación, persecución, violencia, agresiones, provocaciones, acusaciones y todo lo que se le ocurra al poder para tratar de burlar el pronunciamiento popular, lo que ya ha hecho durante sus mandatos dictatoriales.

Parte del problema es el rotundo fracaso y el agotamiento del modelo del socialismo del siglo 21 y de la revolución bolivariana que impuso el oficialismo y que no cumplió con las expectativas de la gente. Al contrario, hoy están peor que hace 25 años. (O)