Desde el 2015 al 2024 los estudiantes matriculados en las entidades educativas regidas por el Ministerio de Educación disminuyeron en 525.784 estudiantes, mientras la población ecuatoriana aumentó, en dos millones de personas aproximadamente, en el mismo período. Para detener la deserción escolar, la ministra de Educación anunció en mayo pasado que los estudiantes de primaria no perderán el año lectivo por calificaciones. Esta medida se da en un entorno escolar en que, según la ministra, “nuestros niños ahora sueñan con ser capos de la mafia y ya no astronautas” (Foro EL UNIVERSO, 17 de Julio 2024).

La medida tomada no frenará la deserción escolar ni cambiará las preocupantes visiones que los niños tendrían para su futuro. Las soluciones a estos dos graves problemas nacionales están fuera del alcance del Ministerio de Educación. Ambos se suman a la nefasta lista de consecuencias provocadas o agravadas por actividades delictivas relacionadas al narcotráfico, lista en la que también cuentan: el aumento de la delincuencia y emigración; la caída generalizada de las ventas; recesión en múltiples sectores económicos, etc.

El fracaso de la planificación central

La estampida

Sacar del Ecuador al aglomerado transnacional de negocios criminales que lo azota pasa por completar la estrategia de la guerra declarada en Enero, estableciendo muchos y profundos cambios, alianzas internacionales y un plan de acción que obligaría a transformar nuestro marco institucional. Para lograrlo se requieren niveles de consenso político alrededor de planes y visiones, hoy inimaginables en el Ecuador.

Consenso que nuestros líderes debieron asumir hace más de veinte años para establecer las políticas de Estado que debieron hacer de la dolarización fuente aún de mayores beneficios que los logrados de ella. Consenso para establecer políticas macroeconómicas para la competitividad en dolarización. Consenso para blindar la institucionalidad de nuestro sistema de justicia. Consenso para establecer políticas de Estado que aseguren la solvencia y calidad de respuesta de nuestra seguridad social, los servicios de salud y educación. En suma, consensos que habrían evitado que nuestros niños sueñen con ser capos.

Hoy, décadas después de patear la pelota para adelante, de vivir para la coyuntura e intereses de grupos, no se la puede volver a patear. Los votantes de la próxima elección deben exigir a los candidatos que prioricen obtener la victoria en esta guerra. Que detallen cómo la van a ganar. Que se comprometan a apoyar a quien gane para ejecutar un plan legitimado por el voto de la mayoría. Que sean las próximas elecciones ejemplo de voto libre y consciente por una agenda en favor del interés nacional.

De ganar esta guerra, no serán necesarias las soluciones desesperadas, como la propuesta por la ministra de Educación para evitar la deserción escolar. De seguir aplazando el consenso propuesto, en cambio, seguirán aumentando la pobreza, la emigración y el peso de los negocios del narcotráfico en la economía nacional. Y la eliminación de la pérdida de año escolar serviría para que los niños tengan más tiempo para dedicarse a su macabro sueño. (O)