Desde hace unos días, uno de los temas de moda en las conversaciones sobre política son los precandidatos a la Presidencia de la República que han comenzado a aparecer. La verdad es que, por nombres y agrupaciones interesadas en llegar a Carondelet, hasta el momento no hay novedad. Tampoco resulta extraño que hayan empezado a lanzar nombres. Es un año preelectoral y, mientras más días transcurran, la fiebre por la campaña subirá.

Sin embargo, esto debiera poner desde ya en una disyuntiva a los presidenciales y a las agrupaciones por las cuales participarán. Coincidencialmente, esas agrupaciones tienen representación y poder de decisión en varios estamentos de gobierno, como es la Asamblea Nacional y los Gobiernos autónomos descentralizados. En la primera, los legisladores están a punto de votar el proyecto de ley que plantea el incremento del IVA y luego tramitarán la reforma a la Ley de Extinción de Dominio, donde deberían actuar con sensatez, dadas las circunstancias.

La caducidad de la vergüenza

Los precandidatos debieran estar en este momento buscando o apoyando una salida para no recibir un país con las características actuales: presupuesto desfinanciado, deudas interna y externa altísimas, subsidios amplios y sin focalización, atrasos de pagos... y nadie dispuesto a prestar un centavo si el Ecuador no se ajusta el cinturón. La cereza del pastel es la confrontación armada interna con los grupos delincuenciales arraigados en varias provincias y considerados como terroristas.

Los Gobiernos seccionales, por su parte, debieran estar pensando, por ejemplo, en cómo mejorar su gasto. No se trata de que solo pidan dinero al Estado; se trata de que gasten el dinero con sensatez, priorizando lo urgente, como es atención en servicios básicos, que es la deuda eterna, especialmente en los sectores empobrecidos y donde se ha arraigado más la criminalidad.

Sería interesante que, en el debate público, se presione a los presidenciales a que ellos también hablen no solo de lo que dicen que harán, sino de lo que han hecho las agrupaciones que con tanto gusto quieren representar para ser presidente del Ecuador.

Sociedad política militarizada

Parte de las razones por las que el populismo es tan fuerte en el país es porque difícilmente alguien asume responsabilidades. Y estas están no solo en el funcionario electo, sino en la agrupación que lo apoyó, en el presidenciable que se tomó fotos y pidió el voto por su candidato. ¿Por qué no hay lógica de comportamiento durante la administración? La respuesta es sencilla: porque es más fácil mantener así al Ecuador. Finalmente nunca han respondido por sus errores, por el atraso de las zonas a las que representan, por no tener estructuras organizadas y capaces de guiar al país, por tener agendas grupales. Son partidos-empresas electorales y candidatos a los que poco o nada les ha importado lo que aquí ha pasado.

Los verdaderos candidatos debieran ser quienes ayuden a transparentar al máximo al Ecuador en estos momentos, los que ayuden a frenar la corrupción y estén dispuestos a que los examinen de arriba abajo, más aún cuando la contaminación de la política por el narcotráfico ha despertado tantas alertas. (O)