La provincia de El Oro y la ciudad de Machala, en particular, están muy conectadas con mi vida y mi familia.

Mi abuelo materno, a quien recuerdo todos los días con profundo amor, vivía allá por los años cuarenta, entre Huaquillas y Machala. Además de ser un próspero propietario de una droguería del lugar, era un comerciante respetado y muy vinculado con los gremios cívicos de la ciudad.

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Fue en esos días en los que el Perú invadió territorio ecuatoriano, siendo El Oro, y particularmente Huaquillas, la puerta de ingreso del agresor que no respetó territorio, propiedad privada ni vidas humanas.

Mi abuelo con su familia tuvo que abandonar Huaquillas y migrar a Guayaquil, tras el avance iracundo e indetenible de las fuerzas peruanas.

El mayor de mis tíos echó raíz en Machala y estableció allí su familia.

Por ello, en mis recuerdos siempre está Machala. La acogedora casa mixta de mis tíos, en pleno centro; sus calles y plazas; Puerto Bolívar, las sandías peruanas, las conchas “pata de mula” y cruzar la frontera para comprar novedosos productos peruanos que no se conseguían en el mercado local.

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A mediados de la década de 1990 volví a Machala, en nombre de Diario EL UNIVERSO, a recibir una condecoración que otorgaba el entonces prefecto de la provincia, Carlos Falquez Batallas.

Aunque ya en esa época su nombre resonaba en la política nacional, recién fue en esa ocasión que tuve el gusto de conocerlo.

Me impactó su sencillez, simpatía y gran sentido del humor, pero sobretodo la pasión por su tierra y su gente, que se desbordaba cuando mostraba las virtudes de su Machala querida, y lamentaba el injusto estado de olvido y postración que soportaba de parte del poder central.

Años más tarde, llegó a la alcaldía de Machala, en la que sirvió en dos periodos, para liderar la más grande transformación que ha vivido Machala en toda su historia.

Yo puedo dar testimonio de lo que era Machala cuando llegó Falquez y de cómo quedó la ciudad luego de su gestión municipal.

No solo es la extensa obra pública en infraestructura y servicios básicos la que sobresale de su paso por la alcaldía, sino, sobre todo, y quizá lo más importante, el rescate de la autoestima de quienes viven en la capital bananera del mundo.

Falquez se convirtió en la voz de El Oro en el concierto nacional; el líder que reclamaba a los Gobiernos por su provincia, por su ciudad, y además la puso de pie para luchar contra el totalitarismo que amenazaba con tomarse el Ecuador.

La política es ingrata. Los electores olvidan muy pronto a sus benefactores. De ello no tengo la menor duda.

Pero con el paso del tiempo, se asientan las emociones, llegan y pasan políticos, gobernantes y se ven con más claridad a quienes dejaron huella positiva para la sociedad, a quienes hicieron la diferencia, a quienes trascendieron en el servicio público.

Por tal razón, no tengo la menor duda del sitial relevante que ocupa Carlos Falquez Batallas en la historia de Machala, El Oro y el Ecuador. Paz en tu tumba, querido amigo. (O)