El Ecuador ha probado de todo en materia de procesos electorales, desde el retorno a la democracia, hace más de cuatro décadas. Con la contradictoria medida democrática del “voto obligatorio”, las mayorías, y así lo dicen sus miembros sin empacho, han votado por el más guapo, el que habla lindo, el que canta y baila divertidamente, el más enérgico, como también por el pacífico, en un péndulo muy repetido. También por el más joven, como ocurrió en la más reciente presidencial.

De coyuntura en coyuntura

Mañana el Ecuador asiste, una vez más, a las urnas, a evaluar con su voto 11 preguntas de entre referéndum y consulta popular, que ha creído a bien hacer el actual Gobierno de Daniel Noboa. Y como en muchas de las otras consultas que se han dado en el país, existe una amplia sensación de que el grueso del electorado no conoce su contenido y trascendencia, por lo que otras podrían ser las motivaciones del voto. La más grave: la aprobación o rechazo a las medidas y acciones que el presidente ha tomado en el poco tiempo que tiene sentado ahí, en Carondelet. Estando en funciones, esa evaluación le pasó a Durán-Ballén, a Correa y más recientemente a Lasso; fuera de funciones, le pasó a Hurtado. Y a pocas horas de esta nueva visita a las urnas hay la sensación de que le podría ocurrir a Noboa, que aunque mejoró geométricamente las cifras con las que llegó al poder, ha tomado medidas complejas y enfrentado desde el inicio crisis como la de inseguridad, que mantiene brotes aún persistentemente; o la crisis energética, que nos coloca otra vez en órdenes de los apagones, con todo el malestar que eso produce en zonas donde se vive el invierno más caliente de los últimos tiempos; y en la producción, que forzosamente para sus máquinas hasta dos veces por día.

Ahí es cuando saltan las alarmas: si el calor no deja dormir por la madrugada, sobre todo en la Costa, que ha desarrollado una ‘aireacondicionadodependencia’, pues, ese votante malanochado y sudoroso no irá muy feliz a las urnas. Es una posibilidad. Anecdótica, circunstancial, quizás hasta de ineptitud y corrupción administrativa, pero una posibilidad en fin para el votante que sentirá entre sus manos una vara castigadora.

Catástrofe 100/100

Castigadora también a quienes dijeron controlado el horrendo escenario de la violencia criminal, de las mafias que operaban desde las cárceles, pero cada fin de semana en canchas, bailes o reuniones barriales aparecen los “gatilleros” a saldar cuentas nuevas o viejas, y dejan pilos de cadáveres y muchos heridos. Justamente algunas de las preguntas a votar mañana tratan de ser mecanismos antiviolencia urbana. La corrupción -y su lucha conjunta entre Gobierno y Fiscalía ha sido exitosa- resulta escandalosa, pero hace rato aprendí y acepté que el de la corrupción no suele ser un tema decisivo en materia electoral, por lo difícil que es aceptarlo como malo en una cada vez más creciente porción del electorado que se ha acostumbrado a convivir con ella.

El panorama obliga a ir al recinto electoral responsablemente. Más informado de lo que se va a votar, consciente de que no es una evaluación al Gobierno, sino algo más profundo. Votar con la razón, no con el hígado. (O)