La sociedad global se encuentra en medio de una compleja transición que afecta a miles de millones de seres humanos y que es consecuencia de un diluvio de crisis, como son las confrontaciones geopolíticas, que han desencadenado conflictos bélicos con amenazas nucleares, las rivalidades económicas, el cambio climático y tantas otras. Al final, se ha afectado la gobernabilidad de los Estados, las brechas dentro y entre los países son más profundas y la estructura misma del multilateralismo está fracturada.

Esta etapa reciente la humanidad ha debido afrontar una de las pandemias más complejas de la historia. El COVID-19 persiste y aunque intentamos convivir con esta nefasta realidad, no podemos dejar de recordar que hasta hace poco estábamos encerrados, enfermos y muriendo en todos los confines del mundo. Estamos recién analizando lo que pasó y las consecuencias derivadas del fenómeno, que en muchos casos son irreversibles.

Putin y Xi: la consolidación del eje sino-ruso

Las Naciones Unidas, en especial la Unctad y la Cepal, han identificado que solo el 15 % de los ODS se cumplirán hasta el 2030. Esta hoja de ruta que acordamos en el 2015 ha fracasado. Los ciudadanos miran con desesperanza la incapacidad de sus Gobiernos para lograr acuerdos y consensos, que confronten con valentía e inteligencia los problemas nacionales y de la comunidad internacional.

Unctad y Cepal sostienen, también, que hay regresiones en el objetivo central de erradicar la pobreza y el hambre en casi la mitad de la población del planeta. Casi 3.300 millones de personas viven en países que pagan más por los intereses de la deuda que por salud y educación. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha dicho con coraje que es necesario reformar la arquitectura financiera global.

El pospopulismo en América Latina

No es posible precisar cuándo feneció la hiperglobalización que predominó a fines del siglo pasado y a principios del siglo presente. Lo que cambió está claramente vinculado a la lucha por el dominio de la geopolítica global, a la imposición de las doctrinas de seguridad nacional sobre las relaciones comerciales y a la polarización de la política interna en varios de los polos principales.

Lo que ha devenido es una poliglobalización, que no es otra cosa que el surgir de varios polos de desarrollo que compiten y que no miran una estructura global, sino regional, y están sustentados en intereses y alianzas.

Así se han generado y fortalecido los G-7, G-20, BRICS y otras estructuras que definen las agendas del multilateralismo en ausencia de la ONU, que por su naturaleza es el “parlamento de la humanidad”.

La globalización tuvo sus ventajas y desventajas y la poliglobalización tendrá las suyas, lo importante para países como Ecuador es buscar orientar su política exterior, su producción nacional con pleno uso de sus ventajas competitivas, hacia donde más le convenga a sus intereses.

Lo difícil es compatibilizar los intereses de los grupos divergentes para superar los retos que debemos enfrentar como pueblo sin una visión de conjunto. Mientras las élites del país defiendan agendas propias y extranjerizantes, será imposible arribar a los acuerdos que tan desesperadamente necesitamos. (O)