En el mundo actual, marcado por cambios acelerados y por una constante incertidumbre, las predicciones del Global Risks Report del Foro Económico Mundial muestran un panorama inquietante para los próximos años. Estos riesgos globales, proyectados a un plazo de dos a diez años, delinean un rumbo que cumple –de forma alarmante– con los pronósticos.
Ecuador, como un microcosmos de esta realidad, enfrenta estos mismos desafíos globales con notable intensidad. Hoy, esos peligros ya no son futuros: la desinformación y la crisis ambiental forman parte de nuestra cotidianidad y tienen el poder de redefinir nuestra sociedad.
A medida que los expertos señalan la desinformación como una de las principales amenazas a corto plazo, observamos su impacto inmediato en nuestro país. Las redes sociales se han convertido en arenas de opiniones y verdades distorsionadas que, en lugar de unir, dividen profundamente a la sociedad. La política, la justicia e incluso nuestra percepción de la crisis climática se ven influenciadas por una narrativa manipulada. Los ciudadanos vivimos una realidad confusa: ¿qué es cierto y qué no lo es?
En Ecuador, los efectos del cambio climático se manifiestan con fuerza a través del aumento de fenómenos extremos, como sequías y lluvias intensas, que afectan tanto a las comunidades rurales como a las urbanas. La interconexión entre esta realidad local y el panorama global es evidente. Datos recientes del World Energy Outlook de la Agencia Internacional de Energía advierten que, mientras los países intentan satisfacer su demanda energética, la dependencia de combustibles fósiles y la falta de una transición verde global nos acercan cada vez más a un punto de no retorno.
Como sociedad, debemos quitarnos los tapaojos del corto plazo y mirar con claridad los riesgos y oportunidades del futuro. Enfocarnos solo en el presente nos hace vulnerables ante las crisis climáticas y energéticas que, aunque parezcan lejanas, son inevitables. Es como un caballo que corre hacia adelante sin poder anticipar el obstáculo que tiene delante. Ampliar nuestra visión no significa ignorar lo urgente; significa prepararnos con una perspectiva de mediano y largo plazo para enfrentar los impactos de esta crisis con anticipación y responsabilidad.
La solución no recae únicamente en las políticas públicas, sino en el compromiso de cada ciudadano de discernir entre lo cierto y lo falso, entre lo urgente y lo superficial. La desinformación y la crisis climática no son problemas aislados; son amenazas interdependientes que, de no ser enfrentadas, pondrán en jaque el futuro de Ecuador y del planeta.
Hoy, en un mundo que se enfrenta a su propio reflejo, la verdadera cuestión es: ¿seremos capaces de reconocer que el cambio climático y la desinformación son una amenaza común, y actuaremos en consecuencia? La respuesta depende de cada uno de nosotros, de nuestra voluntad para comprender, para actuar y para exigir un futuro en el que la verdad y la sostenibilidad sean nuestras guías. (O)