El artículo 115 de la Constitución ecuatoriana dispone que “el Estado, a través de los medios de comunicación, garantizará de forma equitativa e igualitaria la promoción electoral que propicie el debate y la difusión de las propuestas programáticas de todas las candidaturas”.
Esta noche se cumplirá esta disposición. Por primera vez, el número de candidatos (16) ha hecho necesario que el debate se realice en dos bloques (de ocho candidatos cada uno), integrados por sorteo.
Un debate es una discusión formal en la que se enfrentan posiciones opuestas sobre el mismo tema, que en este caso son tres: seguridad y prevención del crimen; eficiencia del Estado y servicios públicos; crecimiento económico y generación de empleo.
El objetivo del debate es que los candidatos puedan hacer llegar a los ciudadanos sus propuestas, de manera clara, directa y completa, así como manifestar las razones de su oposición a lo que plantean otros aspirantes a la Presidencia de la República, defendiendo sus ideas y presentando las fuentes en que respaldan sus argumentos. Deberán presentar, además, las bases legales, sociales y financieras que permitirán la realización de lo planteado.
Por otro lado, algunos ciudadanos esperan el debate para conocer los planteamientos de lo que los candidatos consideran indispensable para el presente y el futuro del país, y entonces decidir su voto. Debemos todos estar atentos para darnos cuenta de si los expositores incluyeron en su propuesta la respuesta a preguntas que los votantes debemos hacer respecto a la realización de lo presentado: cuándo, cómo, dónde y con qué financiamiento. Pues un debate sobre cómo alcanzar un futuro mejor para construir un país en el que haya salud, educación, trabajo, justicia y paz para todos no es una discusión acerca de ilusiones, sueños o intereses disimulados como ya ha ocurrido muchas veces.
Pero eso no es todo, un buen debatiente, aspirante a la Presidencia del país, debe mostrarse atento, reflexivo, elocuente y seguro de sí mismo. Debe controlar sus emociones, ser siempre racional, no perder el control, ser respetuoso de sus contendores, cuidar su lenguaje y no caer en la tentación de la vulgaridad, pues un debate no es un ring de box verbal.
Aunque algunas personas ya han decidido su voto, no hay que descartar la posibilidad de que los resultados del debate le hagan cambiar de opinión y que los indecisos encuentren a su candidato. También hay que considerar la interpretación de quienes se dicen expertos y cuyas opiniones recoge la prensa y la de los ciudadanos que hayan sido atentos, observadores y críticos.
Para los candidatos, especialmente los poco conocidos, el debate puede ser determinante. Para los ciudadanos será muy importante el posdebate, cuando se necesite un tiempo para reflexionar y calificar lo dicho por quienes aspiran a ser elegidos. Y hay que tener en cuenta que no se comunica solo con las palabras, sino que hay una expresión corporal que las acompaña o las desdice. (O)