El año que termina ha sido muy complejo para el Ecuador y la comunidad internacional. En el horizonte aparecen nubes oscuras de tormentas que se avecinan, lo que hace imperante el liderazgo ilustrado de todos los sectores de la sociedad y el compromiso de todos para salir de este atolladero en que nos hemos metido. Es vital deponer los intereses que nos dividen y buscar avanzar en la agenda nacional. La agenda en este momento debe ser el país.

En lo externo, el mundo se debate entre guerras, cuyas víctimas desgarran el alma, y rivalidades geopolíticas, que auguran confrontaciones que afectarán a toda la comunidad internacional.

Tras las nuevas preguntas

La pandemia ha significado una crisis histórica, cuyas consecuencias se sentirán por décadas. La incapacidad de gobernanza en situaciones de crisis desnudó la incompetencia de los gobiernos nacionales y la ruptura del multilateralismo.

El Ecuador está inmerso en el experimento propio de los regímenes parlamentarios y que fuera incorporado en la Constitución del 2008. Disolver el Parlamento, convocar a elecciones generales y formar un nuevo gobierno no es de un régimen presidencialista, ni propio de un régimen parlamentario. Es un tipo de experimento en gobernanza, que no he observado ni siquiera en otras regiones del mundo.

El mundo académico, los analistas políticos y económicos, los medios de comunicación colectiva y los otros miembros de la comunidad internacional están observando al Ecuador en esta situación.

Un llamado...

Las crisis que debe enfrentar el Ecuador son multisistémicas: la pobreza y el hambre, la inequidad, la malnutrición de un millón de niños, la incapacidad de atraer inversiones, la inexistencia de seguridad jurídica, la corrupción, el narcotráfico, la impagable deuda interna y externa, la migración y, sobre todo, la inseguridad. No cabe el espacio de esta columna para enumerarlos.

El Gobierno del presidente Daniel Noboa ha traído una bocanada de aire fresco que ha motivado una esperanza en un mejor mañana alcanzable, pero le toca una dura tarea en navegar en las aguas turbulentas de estos problemas y los que vendrán.

La gran barrera es la confrontación entre intereses y la falta de consensos mínimos para buscar soluciones a estos problemas por el bien de la nación. Es como si cada grupo representativo se empeñara en obstaculizar, confrontar, impedir y hasta traicionar los intereses de la nación.

El panorama internacional tiene su propio escenario de contradicciones en las que el Ecuador debe encontrar, como he sostenido en esta columna, un rumbo que se sustente en sus intereses fundamentales y no en los intereses de otros.

Mis expresiones de esperanza de que en 2024 el Ecuador y su pueblo encuentren el camino de entendimiento para superar los problemas internos, que podamos forjar agendas mínimas comunes para bien de las generaciones presentes y futuras. (O)