Hace unos días la política se tomó el podio de las Naciones Unidas (ONU) para hacer lo que, últimamente, se suele hacer en ese podio: hablarle al vacío. Mientras la población latinoamericana está asediada por el crimen organizado y el narcotráfico, los primeros mandatarios latinoamericanos hablaron de lo que solo a ellos y a una élite minúscula les preocupa en estos días: cambio climático, políticas de género, levantar las sanciones para Cuba y Venezuela. Sí, eso mismo. El podio de la ONU se está transformando penosamente en un espacio donde los representantes de los Estados pueden contradecir los mismos cimientos de la institución mientras esta se mantiene silente.

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El más reciente informe de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela establece que los organismos de inteligencia de ese país, tanto civiles como militares, están operando de forma organizada y coordinada para cometer crímenes de lesa humanidad que incluyen delitos de carácter sexual, torturas y demás. Ese informe que menciono es lapidario, pues no solo reconoce que hay crímenes de lesa humanidad sistemáticos en Venezuela, sino que estos están siendo orquestados desde la cúpula de Gobierno. Ese informe, reitero, fue creado desde cero por la ONU.

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Pese a lo que informa respecto de Venezuela, se ha permitido que en el podio más representativo de la organización se pida el levantamiento de sanciones a ese país sin que exista condena alguna a las vulneraciones a derechos humanos en la misma instancia. El cuestionamiento a los motivos de las sanciones económicas tanto a Cuba como a Venezuela es absolutamente válido, pero hacerlo de forma aislada a la crítica de esos regímenes es una señal política favorable a dos sangrientas dictaduras. Y hacerlo en el podio de la ONU es absolutamente insultante.

Lejos están los días en los que los objetivos de la ONU eran validados de forma transversal...

Pienso que la figura de una organización internacional como las Naciones Unidas es relevante. Es un espacio de encuentro entre líderes y autoridades, un espacio de diplomacia, un espacio que se necesita. El objetivo de la ONU es mantener la paz y seguridad internacional y fomentar las relaciones amistosas y cooperativas entre naciones, no darles tribuna a líderes políticos que se quieren poner a favor de regímenes totalitarios. Ahora bien, la vigencia de su rol se está tergiversando con este tipo de eventualidades que se contradicen con la misión de la ONU. El abuso de las instancias y la falta de congruencia política parecen no llamar la atención, aunque sean un mínimo exigible. No sorprende entonces que las voces ciudadanas en contra del organismo aumenten y que su funcionalidad se comience a cuestionar.

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Lejos están los días en los que los objetivos de la ONU eran validados de forma transversal y esa distancia se acrecentará con los años. La supervivencia y sostenibilidad en el tiempo del organismo podría verse cada vez más amenazado por prestarse a ser una plataforma política que no respeta las bases sobre las cuales reposa la razón de su existencia. Sería una lástima que un organismo necesario siga perdiendo credibilidad por no ser capaz de exigir el uso responsable y comprometido con la misión del organismo a los Estados miembros. Sería una lástima que un podio insigne se transforme en otro símbolo vacío. (O)