A menos de un mes de las elecciones presidenciales, y de acuerdo a las mediciones de las no sé qué tan creíbles encuestas, hay hechos muy claros, por una parte, que la candidata de la Revolución Ciudadana tiene virtualmente asegurada su participación en la segunda vuelta electoral, y por otra, que seguramente hasta el mismo día de las elecciones existirá una marcada incertidumbre respecto del candidato que llegue en segundo lugar. Es improbable que Luisa González llegue a ganar en una sola vuelta, pero seguramente contará con un porcentaje de alrededor del 30 %, lo cual es un sinónimo de la fortaleza de dicho movimiento, pero también de sus limitaciones.

Noticias sobre las elecciones presidenciales de Ecuador de 2023

En ese contexto, usualmente se menciona que el correísmo tiene una base de respaldo electoral que se sitúa entre el 25 % y 30 % del electorado, de hecho el más alto a nivel nacional, sin embargo, tiene un porcentaje de desaprobación también muy alto, lo que posibilita aglutinar el voto del anticorreísmo; también se ha señalado que esa percepción ha disminuido en los últimos años y como prueba se mencionan los resultados de las últimas elecciones seccionales con un claro triunfo de los candidatos correístas. En todo caso, es innegable que el movimiento del expresidente Rafael Correa sigue manteniendo esa votación compacta, lo que ha sido analizado de varias maneras, entre las cuales se cuentan el clientelismo electoral, el perfil populista, el caudillismo, el nivel cultural del electorado, el voto del desencanto, etc., factores que usualmente se utilizan para explicar los fenómenos políticos en Latinoamérica.

Memoria frágil

Pese a ello, tengo la impresión de que el análisis político y cultural no ha sido capaz de incorporar, con real agudeza, el fundamento del encandilamiento que sigue produciendo Rafael Correa en un porcentaje importante del electorado de este país; han pasado seis años desde que dejó el poder y su vigencia en ese 25 % a 30 % del electorado sigue siendo notable. El punto es que pocos se han detenido a reflexionar con objetividad si ese reconocimiento, que guarda relación con algún tipo de gratitud impresa en el imaginario colectivo y que desafía los conceptos usuales de la ciencia política, puede ser efectivamente contrarrestado con un liderazgo que esté en sintonía con las expectativas populares. En esa línea se da un análisis distinto que atribuye la responsabilidad directa de la añoranza de la Revolución Ciudadana a los gobernantes posteriores, en este caso Lenín Moreno y Guillermo Lasso, quienes simplemente no tuvieron la dimensión para lograr diluir la vigencia y la esencia del correísmo.

En junio del año pasado, el actual presidente declaró que se había planteado la meta de que no vuelvan los correístas nunca más al poder. A estas alturas es evidente que las intenciones del mandatario cayeron en el más absoluto vacío, al punto que se abrieron las puertas para un eventual retorno del correísmo.

El problema es ese: cuando uno viaja por la noche y el vehículo que viene en dirección contrario te encandila, las opciones son muy claras: haces cambio de luces, prendes las intensas o simplemente sigues manejando. Pero nunca, jamás, apagas tus luces. (O)