Unos ven al Fondo Monetario Internacional (FMI) como una boya de salvación, y lo es, pero a veces las boyas impiden aprender a nadar. Otros lo califican como el demonio que obliga a hacer cosas indeseables, cuando nos propone senderos que nosotros (al menos en parte) deberíamos tomar. Estos acuerdos no son ni chicha ni limonada. Ayudan pero no son la salvación. Solo nosotros mismos lo somos.

¿Qué nos proponen? Uno, mejorar las cuentas fiscales porque si no la deuda se convierte en un círculo vicioso muy peligroso. Y se lo puede lograr de dos maneras: con más ingresos o menos gastos. Desgraciadamente el FMI tiende a lo que menos me gusta: más ingresos, por eso una nueva reforma tributaria hacia noviembre (no una reforma de fondo sino para tapar huecos) y algo sano como eliminar (focalizando) el subsidio a los combustibles. La decisión de menos gastos es muy limitada: reducción del 1,8 % del PIB con relación a más del 35 %. Y en este contexto nos presta dinero (y abre la puerta para otros acreedores) porque incluso con cuentas en relativo orden, el Gobierno necesita recursos adicionales, aunque sea para pagar deuda con deuda (así la deuda no aumenta). Algunos quisieran, en el mundo ideal, que ya no recibamos ni un centavo de deuda, para forzar al Gobierno a realmente ajustarse el cinturón y bajar más el gasto. Es lo ideal, pero quizás no lo sensato en la realidad. Yo lo apoyaría, pero no estoy seguro de si usted lo haría.

El acuerdo con el FMI

La gran mentira

Dos, volvamos a algo anterior: terminar el subsidio a los combustibles (por ahora extra, 25 % del total) con focalización en grupos de menor ingreso. ¿Acaso los ecuatorianos deberíamos oponernos?, ¿necesitamos al FMI para hacerlo? Obviamente no, y debemos rechazar la oposición del señor Iza. Es definitivamente un mal subsidio desde el punto de vista económico, ético (corrupción y ayuda a las mafias), de medio ambiente y equidad. Al mismo tiempo deberíamos liberalizar el mercado (eso no propone el FMI): quien pueda importe combustibles (claro, bajo estándares de calidad y seguridad) eliminando el ineficiente y corrupto casi monopolio de Petroecuador.

Tres. El programa empuja hacia un sistema financiero más estable, mejor capitalizado, con mejores decisiones de riesgo y mecanismos de tasas de interés más sensatos, ¿estamos en contra de que se cuiden nuestros depósitos? Hay la meta de bajar el impuesto a la salida de divisas (ISD) cuando las condiciones lo ameriten, esto es necesario, incluso debería ser ya sin esperar tanto entorno favorable. Se plantea un programa para incrementar en 50.000 familias anuales las que tienen apoyo de la red social, ¿no nos gusta? (aunque lo ideal es que cada vez haya menos necesitados). Hablan de mejorar el mercado laboral, aunque no hay ninguna obligación en el acuerdo, en realidad los ecuatorianos deberíamos autoobligarnos a dicha reforma para adecuar mejor las relaciones entre trabajadores y contratantes. Se plantea realizar auditorías para establecer cuánto le debe el Gobierno al IESS por salud y negociar un plan de pagos, ¿estamos en contra? Y no se habla del sistema de pensiones del IESS, cuya mejora también deberíamos autoimponernos.

La verdad es que nos estamos acostumbrando a decir no a todo, en lugar de sí al menos a algo... con o sin el FMI. (O)