Cuenta la filósofa Marina Garcés que cuesta encontrar personas que hayan hecho promesas y que, al contrario de lo que sucedía en el pasado reciente, en estos tiempos el acto de prometer tiene un lugar muy poco importante en nuestras vidas. Según Garcés, “hacemos muchos proyectos y muy pocas promesas”. Incluso, sostiene, quienes formulan promesas generalmente las incumplen, lo cual es sumamente grave porque “prometer es una acción que se hace con la palabra y que, de la nada, hace nacer un vínculo y un compromiso capaces de atravesar el tiempo y reunir, en una sola declaración, pasado, presente y futuro”.

Esta reflexión de la promesa nos conduce, por un lado, al territorio personal, en el que cada uno, supuestamente de manera soberana, decide emplear la palabra para prometer algo a otro, a un miembro de la familia, a una pareja, a un compañero de trabajo, a un amigo, o incluso a un desconocido. La promesa crea vínculos entre las personas y constituye un lazo importante de las relaciones interpersonales. Pero lo que llama la atención en esta época es la fragilidad de la promesa, que la hace fácilmente rompible. De modo que las promesas que no se cumplen forman parte de las decepciones que nos afectan y definen como sujetos.

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Por otro lado, están las promesas públicas. Los políticos frecuentemente fallan en sus promesas, pues estas no son dichas sobre la base de un compromiso sincero, sino, por ejemplo, con el solo propósito utilitario de obtener votos en una elección. Las falsas promesas lamentablemente se han hecho parte constitutiva del ejercicio del poder e incluso los mecanismos de la ley no permiten castigar cuando aquellas se incumplen. ¿Cuántos de los políticos en los poderes del Estado no han prometido respetar las normas, las leyes y el sentido de convivencia armoniosa, y terminaron, más bien, destruyendo y vaciando de sentido la palabra dada?

Un libro de la pensadora Hannah Arendt se llama, justamente, La promesa de la política, en el que, con el afán de revisar la tradición del pensamiento político y la dicotomía entre el actuar y el pensar, revisita a Sócrates, Platón, Montesquieu, Hegel, Marx, entre otros. La promesa de la política, en su análisis, sería el empeño de poder vivir en paz y en libertad en un mundo plural, en el cual la política adquiere una dimensión transformadora profundamente positiva. Pero la práctica diaria de la traición de los políticos nos hace ver, más bien, que la política también puede desprenderse de sus propósitos de vivir en comunidad.

El libro de Marina Garcés El tiempo de la promesa (Barcelona, Anagrama, 2023) invita a discutir sobre los efectos de la palabra que se compromete con otro en un momento en que los lazos de todo tipo se rompen sin explicaciones; también nos llama a reflexionar sobre los vínculos que genera la promesa y que nos define como humanos en una colectividad; finalmente, es un llamado a recuperar el valor de la palabra, especialmente en la experiencia de los jóvenes, para formar mejores ciudadanos en un presente incierto y en futuro amenazado. Por eso, “una promesa dada puede cambiar una vida: puede salvarla o condenarla”. (O)