La victoria de Claudia Sheinbaum en las elecciones mexicanas fue tan arrasadora que ni sus más entusiastas seguidores la esperaban. Más allá del detalle histórico de ser la primera mujer electa presidenta, el haber obtenido más del 50 % del voto con 30 puntos más que su competidora pone en manifiesto un momento político de especial relevancia que influye también en los resultados de las elecciones legislativas en las cuales el movimiento Morena, que respaldó su candidatura, obtuvo una mayoría aplastante. Tuvo relevancia el apoyo del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien supo administrar un respaldo permanente de la ciudadanía (nunca bajo del 60 %) con un apoyo definitivo a su modelo de gobierno populista con problemas antisistema.

Claudia Sheinbaum Pardo, la presidenta de México

Con tal respaldo, podríamos suponer que López Obrador ha hecho una gran presidencia, digna de elogio y admiración, más allá del talante autocrático con el cual ha manejado varias de sus decisiones políticas, con permanentes descalificaciones y críticas a sus opositores; pero no es así, con el agravante de un factor que llama la atención como es el fracaso evidente en la lucha que tuvo su gobierno contra los carteles del narcotráfico, llegando al punto de que los seis años en el ejercicio del poder son considerados como los más violentos en la historia reciente de México, con 180.000 asesinatos, lo que pone en evidencia que uno de sus lemas “Abrazos, no balazos” –con el cual quería demostrar que su estrategia de seguridad iba encaminada a un proceso de pacificación total– terminó siendo un fracaso. La realidad es que parte del territorio mexicano es dominado de forma casi absoluta por los carteles y sus bandas criminales, llegando al punto de que hay quienes consideran que esa convivencia con la violencia narco se ha convertido en un factor rutinario en ciertas reuniones de México.

La desunión latinoamericana

Poder femenino

Pero entonces, ¿qué razones poderosas posibilitaron que el apoyo ciudadano se mantenga durante estos años a tal punto de designar una sucesora que barrió en las elecciones? Lo interesante es que analistas mexicanos insisten en un aspecto que nuestro país ya experimentó, refiriéndose al beneficio político que significa la manipulación extrema de la polarización a consecuencia de las desigualdades sociales económicas de nuestros países. López Obrador ha sido un destacado exponente de aquella casta política que profundiza y escarba las desigualdades existentes, echándole gasolina permanente como señala la analista Denise Maerker, quien menciona que es de tal magnitud esa polarización que las expectativas de los diversos grupos sociales llegan a ser incluso contradictorias. El presidente, copiando el ejemplo de otros gobernantes de la región, llegó a establecer una especial conexión populista con el pueblo a través de conferencias de prensa llamadas “mañaneras”, todo como parte de un montaje político en el que se encuentran referencias “simbólicas, normativas y mediáticas”.

Increíble pero cierto, esas mañaneras esconden parte del secreto del éxito político: resaltar inequidades y desigualdades, activar la polarización y el sentimiento. Y así, López Obrador, mediocre gobernante, tiene a su México lindo y querido muy feliz también. (O)