Los anuncios llegan sin cesar. Ha sido aplazada la vigencia de la tabla de tarifas recíprocas publicada por el presidente Donald Trump el pasado 2 de abril. Esto ocurre por la creciente cantidad de pedidos de negociación por parte de los países afectados. Además, la abierta guerra comercial que libran EE. UU. y China y las amenazas vertidas contra México y Canadá completan sobradamente las razones para la incertidumbre. En medio de todo esto, como si no tuviera suficiente en Ecuador, el empresario ecuatoriano debe dominar el vértigo y tratar de aprovechar las oportunidades y minimizar las amenazas que le depararían los cambios que se darían en el comercio internacional.

Para ello, se deben evaluar las oportunidades que los aranceles recíprocos estadounidenses representan para los productos ecuatorianos de exportación. Valorar el monto de las importaciones de EE. UU., que cambiaría de país proveedor por la magnitud del aumento de aranceles a determinados países. Identificar los nuevos destinos en los que esta oferta exportadora intentaría recolocarse. El análisis debe tomar en cuenta la capacidad de las empresas para recolocar en otros países lo que ya no podrán exportar a EE.UU., la capacidad de la cadena de suministros para asumir el aumento de aranceles (se los intentará trasladar al exportador) y el poder de negociación de los actores de la cadena (en cuyo caso el exportador suele estar en desventaja). El escenario probable es que en los próximos 90 días, luego de las negociaciones anunciadas, se atenúen los aranceles recíprocos más altos, lo cual disminuiría la cantidad de productos a recolocar.

Si el exportador ecuatoriano quiere ser parte de los ganadores de esta crisis debe acercarse más al mercado, pues ahí es donde se están gestando las oportunidades. Para ello, debe ser menos “embarcador de productos” y ser más “comercializador internacional”. Con planes concretos para hacerse de clientes estadounidenses que perderían a su proveedor y para defender a sus clientes en aquellos mercados donde se dirigiría la oferta del proveedor desplazado.

Del otro lado, los países que han pedido negociar las tarifas recíprocas impuestas por EE. UU. deberán bajar sus aranceles a las exportaciones de estadounidenses. Por tanto, conservar el empleo de sus sectores exportadores se pagará con desempleo en sectores de mercado interno que no

podrían competir con la oferta estadounidense, como el sector agroalimentario, por ejemplo. Si los que pierden son más, los Gobiernos de estos países perderían base política, aumentaría el desempleo y la pobreza. En estos casos, los pronósticos optimistas para el mediano plazo tendrían sentido si los Gobiernos y actores privados implementan, por fin, mecanismos eficaces para enrumbar hacia la competitividad y el desarrollo sostenible a sus sectores económicos más vulnerables.

Que las negociaciones a desarrollarse en los próximos 90 días contribuyan a la construcción de cadenas productivas transnacionales competitivas e inclusivas. Que evidencien nuevos modelos de cooperación entre los Gobiernos y de los Gobiernos con sus actores privados. (O)