Cada agosto los ecuatorianos celebramos el primer grito de independencia, aquel de 1809. Pero en el siglo XXI la libertad adquiere nuevas dimensiones; no se trata solo de enfrentarse a un poder o una condición externa que nos hace reaccionar o restringe nuestra capacidad para conducir conscientemente nuestras vidas acorde con nuestros valores y sueños, también hay una batalla interna y profunda: la libertad de la mente, de los miedos, pensamientos e ideologías que impiden explorar nuevas posibilidades, que secuestran o sabotean nuestra libertad para discernir lo que conviene y tomar control de nuestras vidas.

En lugar de elegir ser víctimas de las circunstancias, de culpar a otros por lo que nos sucede o quejarnos todo el tiempo, hay ecuatorianos que eligen ser protagonistas de sus vidas. Su libertad mental se refleja en los logros recientes que hemos visto en las Olimpiadas de París, donde Ecuador ganó cinco medallas. Estos éxitos no son coincidencias, son una muestra tangible de personas que al liberarse de sus propias limitaciones destacan.

No solo en el deporte, sino en múltiples campos –en la empresa, la academia, el arte, la ciencia, entre otros–, dentro y fuera del país, los ecuatorianos también están triunfando. Cada uno de estos éxitos es un eco de aquel primer grito de independencia, ahora transformado en un llamado a romper con las cadenas internas que limitan nuestro potencial. Al igual que nuestros antepasados lucharon por liberarse de la opresión colonial, hoy podemos empezar a luchar por liberarnos de las barreras mentales que nos impiden alcanzar nuestra verdadera grandeza.

Neurocientíficos coinciden en que el cerebro regula nuestras decisiones y es posible gestionarlas con autoconocimiento de nuestras fortalezas y debilidades, el autocontrol de nuestras emociones, la autoconfianza en nuestras capacidades y la autorresponsabilidad para pensar en las consecuencias de nuestras decisiones. Esto incluye el impacto de dichas decisiones y, sobre todo, lo que queremos ser, hacer y crear para que se haga realidad. Estas características son evidentes en nuestros grandes deportistas, quienes reflejaron la habilidad desarrollada con persistencia y consistencia.

Viktor Frankl recuerda en El hombre en busca de sentido que incluso en las circunstancias más difíciles siempre tenemos la libertad de elegir nuestra actitud y respuesta. Es nuestro deber cívico no solo celebrar nuestra independencia, también entender que la verdadera libertad radica en nuestro poder de decidir, de crear y de prosperar sin las ataduras de nuestro propio pasado. Ahí radica el germen de un nuevo Ecuador, el cual debemos hacer emerger a través del sistema educativo, impulso de los líderes y hábitos diarios enfocados a decidir con conciencia. Por ej., darse un tiempo para pensar y evaluar las opciones.

Así como nuestros deportistas llevaron la bandera tricolor a lo más alto en París, cada ecuatoriano tiene la capacidad de llevar adelante su propio grito de independencia. En este siglo XXI la lucha por la libertad sigue viva, pero es una lucha interna, por ser protagonistas de nuestras vidas, y en ese camino cada uno de nosotros contribuye a la construcción de un mejor país. (O)