Me parece que los ecuatorianos nos estamos acostumbrando a una no muy digna costumbre: la de que para atender a nuestras múltiples necesidades enseguida solicitamos ayuda del exterior. Por ejemplo, en estos días, en los que se prevé la posibilidad de que se presente el fenómeno de El Niño, ya empezamos a buscar ayuda de los organismos internacionales de crédito porque no nos hemos preocupado de acumular fondos para contingencias. Me acuerdo, hace una veintena de años, el Gobierno le solicitaba a los Estados Unidos que nos incorporara a los beneficios que otorgaban a nuestro vecino del norte en el Plan Colombia, y el canciller ecuatoriano pedía una ayuda de seiscientos millones de dólares, argumentando que a Colombia se le habían concedido dos mil millones de dólares; dije entonces que me parecía que estábamos pasando el sombrero para que se condolieran de nosotros y nos regalaran algún dinero.

Con esa frase encabezó Diario EL UNIVERSO un amplio reportaje sobre esta visita del canciller al secretario de Estado de la gran potencia del norte, la que no nos atendió con un solo dólar. Bonil ridiculizó esta visita en una de sus geniales caricaturas.

De la misma manera, pasamos el sombrero, inútilmente, para que nos pagaran para no explotar el petróleo del Yasuní; a pesar de esa experiencia negativa se sigue soñando en obtener fondos para cerrar los pozos que ahora están en explotación en ese mismo Yasuní.

Si hay que tener mesura en la demanda de ayuda externa, hay que demostrar, paralelamente, que nosotros estamos haciendo grandes esfuerzos para valernos por nosotros mismos y, sobre todo, que no estamos desperdiciando nuestros propios recursos. Pues cómo nos presentaríamos ante gobiernos extranjeros y organismos internacionales demandando ayuda o crédito, luego de haber renunciado a seguir explotando nuestro propio petróleo. La primera reacción del exterior será la de decirnos que ellos suponen que tenemos mucha plata puesto que cerramos pozos de petróleo en plena producción, y no solo eso, sino que estamos dispuestos a incurrir en los costos significativos necesarios para cerrarlos, pagar indemnizaciones a las compañías contratistas, y perder puestos de trabajo.

Los prestamistas nos cerrarán las puertas en las narices. ¡Queremos que otros paguen nuestra quijotería de dejar de producir!

Los métodos modernos de explotación petrolera reducen sustancialmente la afectación al medio ambiente; del millón de hectáreas que constituyen el área del Yasuní, apenas un centenar se destinan a la explotación.

El país, el fisco, están pasando por una difícil situación económica, y reducir los ingresos fiscales es poco menos que suicida. El Gobierno actual pretendió duplicar nuestra producción de petróleo, pero, en realidad, la producción ha disminuido dramáticamente; los viejos pozos se están agotando.

A esto se suma la quiebra inminente del fondo de pensiones del Instituto de Seguridad Social (IESS), que puede ocasionar miseria en pensionistas y afiliados y desequilibro general de la economía. Los fondos del Yasuní podrían evitar esa dolorosa quiebra. (O)