“Puede que no sea legal, pero sí es legítimo”. En el dejá vu prolongado que me ha dejado el proceso electoral último, recuerdo frases como esta (palabras más, palabras menos), utilizada muchas veces para justificar acciones de hecho durante la década correísta y especialmente por su protagonista principal, en “rendición de cuentas”, discursos o entrevistas dadas, casi exclusivamente, a 21 medios públicos que funcionaban como gubernamentales.
Y el recuerdo me salta ahora que, tras sus denuncias fallidas de “megafraude” en todas las instancias del poder electoral, el expresidente Rafael Correa ha expresado la versión contraria de esa frase: que el Gobierno que se posesionará el próximo 24 de mayo puede que sea legal, pero no será legítimo, lo que marca claramente la estrategia que ya por casi un mes ejecuta el correísmo: mantener vivas dudas sobre la valía del triunfo, por más de un millón de votos, de Daniel Noboa sobre Luisa González, porque como decía sir Francis Bacon, allá por 1625: “Calumniad con audacia; siempre quedará algo”. Una de las frases para el mármol que el gran filósofo inglés dejó en su obra De la dignidad y el crecimiento de la ciencia (De dignitate et augmentis scientiarum).
La legalidad, dicen los que saben, es la conformidad de una norma o acción con las leyes existentes. La legitimidad, sostienen los mismos sabiondos, implica una aceptación y reconocimiento social, basados en valores y principios morales. Entonces debemos suponer que este nuevo capítulo de la posverdad correísta está enfocado en deslegitimar desde el primer minuto el nuevo gobierno de Noboa, no necesariamente porque crean que hacerlo es bueno para el país, sino porque ese va a ser el tanque de oxígeno con el que esperan lograr ocasionalmente mayorías en la Asamblea y también el motor para llegar, en la mejor condición posible, a las elecciones seccionales de dentro de dos años, cuando el captar alcaldías y prefecturas podría reimpulsar su proyecto político.
En paralelo, el mismo expresidente sigue con su narrativa de la “tinta de secado lento” (sí, la “mágica”) que, dice, fue estratégicamente colocada en miles de juntas electorales junto con la de “secado rápido” y que con la primera se logró la transferencia de ciertos votos, solo en el sentido de González a Noboa, y con un perfecto doblez de la papeleta de papel especial (de la imprenta militar) colocada en esos mismos sitios. Porque, dice también, es estadísticamente imposible que la candidata correísta haya perdido en la segunda vuelta votos que tuvo en la primera. No quiero entrar en la discusión numérica, pues reconozco que la RC5 tiene un sólido 30 % de voto “duro”, lo que me hace entender que ese 14 % adicional que logró en primera vuelta está entre voto “blando” y “blandísimo”, algunos de “antinoboísmo”, que bien pudieron derivar en votos “arrepentidos”, sobre todo al observar el cúmulo de errores, que a ratos parecían libreteados, cometidos por varios de los líderes de RC5 durante la campaña. “La calentura no está en las sábanas”, podría ser otra de las frases de este nuevo capítulo de posverdad (el último, esperemos).
O si lo prefieren con ritmo de salsa colombiana, les diría “busca por dentro…”. (O)