Llega un ansiado momento para la generación de pragmáticos a la que pertenezco. Las tendencias digitales han cobijado con fuerza un término que parecía esquivo a la nueva generación, pero que ahora vemos que lo acogen sin mayor drama: Resolver. Y eso, desde la perspectiva de quienes procuramos siempre ir al grano, es una muy buena noticia.

Las mismas redes endilgan la génesis de esta reciente tendencia a una usuaria de X que tan cerca como en noviembre hizo el listado de lo que busca en un hombre, y su último requisito fue “que resuelva”. De hecho, fue el único que puso en mayúsculas. Y desde entonces ha desatado avalanchas de contenido y especialmente los virales “memes” que invitan a “resolver” infinidad de situaciones, unos muy en serio y otros usando el humor.

Siguiendo la evolución de la invasión digital, que he visto desde el lento “módem” hasta ahora que lo copa todo, una de mis principales angustias es justamente que la montaña de datos, buenos y malos, verdaderos o falsos, están dejándonos generaciones de indecisos, que en un momento quieren algo y segundos después, todo lo contrario, cometiendo innumerables errores, con las consecuencias sociales y económicas que implican. Situación que ha sido aprovechada por autodenominados creadores de contenido, influencers y celebrities que hacen dinero, mucho dinero, con esas hordas que los siguen sin saber exactamente por qué y los empujan a consumir y comprar hasta lo que no necesitan.

En ese mar de dudas e imitaciones de polémicos referentes, que se instale en la mente de la generación Z que los temas y los problemas hay que resolverlos, y no dejarlos a la deriva, es una iniciativa que vale agradecer. Aplicable a muchas situaciones individuales, tanto para la usuaria de X que describe al hombre decidido y capaz que quisiera tener a su lado; como en acciones colectivas, donde el poder, la pasión y las convicciones, pueden afectar a masas ávidas de liderazgos.

Hasta los años 90 los estudios de audiencias decían que la primera vez que un joven tomaba un periódico por iniciativa propia o se interesaba en un noticiero era al llegar a la adultez y sobre todo por una razón: buscaba trabajo. Comenzaba justamente a “resolver” su vida con definiciones que iban entre qué profesional quería ser y cómo solventaría sus gastos. Hoy esas barreras se han reducido drásticamente: desde antes de los 10 son usuarios de YouTube y antes de los 15 ya han recibido en sus dispositivos móviles toneladas de contenidos, en su mayoría basura, que al que no está en proceso de maduración puede generarle profundas confusiones.

Si de las mismas redes sale ahora la tendencia de “resolver”, hay que aplicarla. El gobierno, por nuevo que sea, frente a la invivible situación de violencia, ¡resolver! La Asamblea y el trámite urgente y responsable de las reformas que requiere la economía, ¡resolver! Los chicos de más de 30 años que no se quieren ir del nido familiar porque es su zona de confort, ¡resolver! Los estudios, que algunos creen no indispensables porque saben usar Google, ¡resolver! ¡Tantos temas abiertos por la abundancia de datos y que deben ser resueltos con responsabilidad! (O)