La evaluación del 2022 no es un asunto de sumas y restas. La complejidad diaria nos sobrepasa. El primer elemento a poner en discusión a la mesa, después de afilar los lápices, es la bienvenida a un mundo nuevo. La pandemia no solo que cobró miles de vidas, sino que introdujo una manera distinta de hacer, pensar, actuar y sentir. Las consecuencias inmediatas se observan drásticamente en las relaciones humanas, la economía, la seguridad y ciberseguridad, la informática y las telecomunicaciones, la medicina y la educación. Parecería que estamos condicionados a una hora de Zoom como parámetro de cualquier encuentro.

La economía pospandemia para los países en desarrollo tiene enormes desafíos y en América Latina son muchos más, si se considera que la región está entre las más inequitativas del mundo. Veníamos de un estallido social en varios países en el último trimestre del 2019 y cuando parecía que las heridas se podían cicatrizar, el mundo se confinó y aquella vez para exorcizar las frustraciones en cuatro paredes. Entonces, hemos recibido un golpe tras otro. El mundo de la política en vez de ser un bálsamo que pueda articular acciones y armonizar respuestas fue lo contrario, pues hasta negociaron con las bolsas para cadáveres y la corrupción no ha parado. Su colofón, la impunidad.

¿Cómo sobrellevar la incertidumbre y miedo ante la inseguridad que vive Ecuador?

El crimen organizado dejó de ser un fenómeno localizado en ciertos países, sin embargo los efectos se sienten con mayor intensidad en realidades como la nuestra. Esto es cierto a tal punto que la primera preocupación para la población es la inseguridad. No hay zona que se considere libre de delito, pues ocurre lo más atroz en localidades pudientes como en barrios periféricos. Esta situación ha replanteado lo cotidiano, pues las personas cambian de rutas para movilizarse, dejan de ir a eventos y reuniones, la circulación se restringe para ciertas horas y se incrementa la videovigilancia como escudo y registro.

La penetración del narco en las democracias es otro fenómeno que nos replantea la vida, pues se acelera en el mundo la configuración de Estados paralelos que controlan la justicia, financian campañas electorales, cooptan autoridades de todo tipo y condicionan el rumbo de los gobiernos. La conclusión es que una respuesta nacional y localizada no contrarresta un fenómeno global. Es muy tibia y débil. Ahora mismo, los jóvenes sin empleo ni estudio son el caldo de cultivo para el reclutamiento de las bandas delictivas, pues no encuentran oportunidades de desarrollo personal en espacios formales de la economía, ni tampoco en los informales.

Educar en ciudadanía y fomentar una democracia plena

La situación nos exige un acuerdo nacional frente a un escenario de caída libre, caso contrario el Estado paralelo que auspicia el crimen organizado puede imponer una forma de vida que está muy lejos de lo que aspiramos los ecuatorianos. Basta mirar lo que sucede en Colombia, México y El Salvador, en donde los esfuerzos de diversos sectores y el Gobierno son insuficientes, pues el terror está inoculado como práctica naturalizada de vida, y aquí nadie quiere vivir con miedo. El acuerdo nacional requiere generosidad de todos los sectores. (O)