Dicen quienes dirigen nuestro fútbol que el campeonato nacional es uno de los mejores del mundo. “La Liga Pro está entre las 20 más acreditadas del planeta”, argumenta un ‘periodista’ que es más un relacionador público que anhela vuelva la feliz época de los “favores logísticos” cuando los aviones de la Selección se llenaban de invitados con todo pagado en los famosos ‘Chiritours’. No está lejano el día en que la propaganda se empeñe en convencernos de que de los cinco continentes están saliendo vuelos chárteres para asistir a los duelos de Mushuc Runa con Gualaceo o de Libertad vs. Orense. Y, ¿por qué no?, para vivir las emociones de los clásicos del Astillero y los choques de Liga de Quito y Aucas, tan devaluados a estas alturas del siglo.

Periodismo deportivo en Ecuador, hoy: demolición de la memoria

Tan interesante es el torneo que las graderías son sitios solitarios, antaño repletos de seguidores fervientes y pasionales. De repente algún partido despierta un interés, pero esos aficionados no son los mismos del tiempo lejano. Son barras auspiciadas por los propios clubes con sujetos que no van a ver el juego, que prefieren gritar histéricamente insultos y cantos soeces al ritmo de tambores y cornetas, bengalas y puñales. Muchos jóvenes prefieren ver algunos partidos por la televisión para no ser víctimas de hordas de asaltantes. Pronto preferirán una película o un programa de farándula porque no es por televisión que se aprende a amar al fútbol. Los mayores, en gran número, ya renunciaron a ir a los estadios.

Emelec honra a quienes escribieron su historia

¿Qué ocurrió en el fútbol guayaquileño en el que apenas si superviven Barcelona y Emelec como entidades suscitadoras del interés popular? ¿Dónde yacen los restos de aquellos equipos que llenaban las graderías del estadio Capwell y el Modelo? Faltó perspicacia y malicia en los dirigentes porteños que sucumbieron a la maniobra gestada en las alturas para terminar con el predominio guayaquileño en el balompié. En 1967 se propuso terminar con los certámenes provinciales que organizaba la Asociación de Fútbol del Guayas y esa decisión provocó la paulatina desaparición de clubes tradicionales y llenos de historia como Norteamérica, Panamá, Everest, Patria, 9 de Octubre y muchos más.

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Reivindicación de la ‘vieja guardia’ en el periodismo

Los torneos de la división de ascenso que nutrían de grandes figuras a los equipos de primera también se extinguieron. Chacarita Juniors, Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil, Aduana Portuaria, Español, Estudiantes del Guayas pasaron a ser solo recuerdos. Súmese a esta tragedia la muerte a plazos de los campeonatos de la Federación Deportiva del Guayas y de las Ligas de Novatos y podrá verse la pintura fúnebre del desastre.

Guayaquil ya no produce deportistas

Quienes vivimos los campeonatos de Asoguayas conservamos imágenes memorables de grandes equipos y figuras de renombre. Un deslenguado que se empeña en ubicarse a diario en los terrenos de la ignorancia y la audacia dijo hace poco que esos certámenes provinciales no tenían ninguna importancia porque se jugaban en canchas de tierra y en parques en los que hasta árboles había en medio de la cancha. Hace poco le sacaron los sucios pañales, pero hoy opina sobre lo que nunca vio, tampoco leyó o le contaron mal.

LigaPro: el plan para aniquilar jóvenes futbolistas

El primer torneo de Asoguayas en el nacimiento del fútbol profesional se jugó en 1951 en el estadio Capwell que, cuatro años antes, había sido escenario de un campeonato sudamericano (Copa América, desde 1975), considerado el más bello de la historia. En 1960 ese mismo torneo de Asoguayas pasó a jugarse en el estadio Modelo Guayaquil (hoy Alberto Spencer), que en 1959 fue sede del Campeonato Sudamericano Extraordinario de Conmebol. ¿Dónde vio árboles este sujeto convertido en ‘comentarista’ de fútbol?

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‘Alberto Spencer no existe’. Gerontofobia en nuestro periodismo deportivo

Barcelona y Emelec, lamentablemente, han perdido la identidad que los hizo grandes a partir de la década de los años 40. El primero representaba el espíritu aguerrido, el carácter indomable que sembraron desde los primeros años Manuel Gallo Ronco Murillo y Rigoberto Pan de Dulce Aguirre y estaba provisto de la técnica que le inyectaron los jóvenes astros del Panamá que llegaron en 1946. Emelec era exquisitez y finura con Enrique Moscovita Álvarez, Marino Alcívar, Luis Chocolatín Hungría y Rodrigo Perfume Cabrera. De todo ello hoy no queda huella.

Con suma claridad el periodista argentino Edgardo Martolio afirma que “los clubes son como personas, en realidad lo son, solo que con centenas de cabezas y millares de corazones que laten al mismo tiempo. Cada club tiene su carácter, no se los puede despersonalizar. Con el paso de los años forjaron características sociales y un estilo futbolístico que hoy dejaron de respetarse por un puñado de dólares. Cada institución germinó en su particular naturaleza y cultivó su propia cultura, costumbrismos que responden a lógicas propias y contextuales. Poseen diferentes idiosincrasias que no entienden los desajustados organizadores del fútbol profesional. Los clubes son el segundo hogar de los apasionados, el otro refugio de los solitarios y el templo alternativo de la fe. Y también son patrimonio histórico y cultural con derecho a preservación. Los clubes no son solo clubes”. Usualmente se sostiene que el fútbol de hoy es mejor que el de ayer. ¿Cuál ayer?

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La verdad está en el alma de cada cual. Para muchos, los futbolistas de antes eran más técnicos y tenían más espacio de maniobra. Hoy se corre más, se marca más de cerca, se privilegia la táctica por sobre la libertad y la inspiración y los jugadores ganan más dinero. Pero hay un factor en el que no existe comparación posible. El futbolista de antes estaba más comprometido con su divisa. La camiseta era como una segunda piel. La institución potenciaba a todos y los hacía trascender. Para los que dicen que el resultado es lo único que importa vale recordarles que Barcelona se hizo ídolo desde 1947, sin haber ganado un campeonato. Recién alcanzó el título en 1950. Emelec concitaba a la élite económica y social, hasta que un día se reunieron Jorge Pibe Bolaños, Carlos Flaco Raffo y José Vicente Loco Balseca y los pocos se convirtieron en multitud.

Un gran jugador y director técnico, Oswaldo Chiche Sosa, fallecido hace tres años, pronunció una indiscutida sentencia: “A los jugadores ya no les gusta el fútbol. No ven fútbol. Cuando yo era jugador, iba a ver reserva, tercera y primera cuando no jugaba. Cuando un próximo rival juega por televisión, los jugadores no lo miran, entonces lo tiene que mirar el director técnico. Es una barbaridad. No les gusta el fútbol, juegan a la Playstation, entonces es muy difícil la situación para los técnicos. Cuando llega la hora de jugar, a los jugadores les falta inventiva. Son básicos”.

¿Volverá el fútbol de Guayaquil a recuperar el predominio sistemático, no ocasional o circunstancial? Depende de que los dirigentes puedan inculcar vergüenza deportiva y responsabilidad en los jugadores. El hincha es maleable, se enardece con dos victorias y se entorpece con un par de derrotas. Los dirigentes necesitan ser lo opuesto; su primera obligación, cuando asumen, es dejar de ser meros hinchas.

Tienen 90 minutos por domingo para expresarse como tales, los otros 9.990 minutos de la semana precisan despojarse de esa condición y ser almas pensantes. (O)

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