Sin duda, la historia de esta corporación sería un interesante caso de estudio para cualquier universidad, Harvard o Chicago, Incae o Monterrey, sobre cómo una pequeña pastelería rosada, abierta en 1937 por don Alfredo y doña Ruth, como los conocían en el barrio, luego convertida en almacén de autoservicio, logró convertirse en una de las más importantes corporaciones del país, con uno de los más agresivos crecimientos y una exitosa estrategia de diversificación, entrando ya en los rankings de las más importantes del país en menos de 50 años desde sus inicios.

Una de las características de esta pareja de emigrantes judío-alemanes fue su impresionante capacidad de trabajo y su atención personalizada. Recuerdo de mis mayores que contaban que no iban a comprar a El Rosado, sino que iban “adonde don Alfredo”.

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Desde inicios del milenio, el ciclo de vida de las empresas ha cambiado. Pero a principios del siglo pasado, los casos de un emprendimiento que empezara de la nada y alcanzara en 50 años lo que logró Corporación El Rosado en los años 80 en Ecuador se cuentan con una mano, y en el mundo no se da ni en el 0,1 % de los casos, y en la industria que nos atañe, la alimenticia, menos aún.

¿Por qué es relevante la historia de esta compañía para el sector gastronómico y para la industria de alimentos en general? Porque la cambió. Fue pionera, inaugurando en el país el concepto de supermercados, consolidando, importando y ampliando así tremendamente la oferta al público, creando el sentido de conveniencia y generando eficiencias en la cadena al obtener economías de escala.

Sin embargo, el gran crecimiento de la corporación, situándola entre las tres más grandes del país, lo logra Johnny Czarnisnki, hijo de la pareja fundadora. En la vida de una empresa, la diversificación es una de las tareas más complejas. El Rosado, además de incursionar exitosamente en muchos otros sectores, amplió sus negocios en nuestra industria alimenticia, trayendo varias franquicias al país, como Chilli’s, Carl’s Jr., iHop, entre otras, abriendo aproximadamente 40 restaurantes a nivel nacional. Sin duda, su legado cambió patrones y formas de consumo que impactaron en todos los habitantes del Ecuador.

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Tuve la suerte de conocerlo y tratar varias veces con él, destacando para mí su clarísimo enfoque que nunca parecía perder, su agudeza y su disciplina, tesón e ingenio que ha producido bienestar a decenas de miles de ecuatorianos. Su legado deja huella en la historia del país.

Quizá el mayor logro de esta familia de emprendedores, que hizo su fortuna en la industria de alimentos, es que el aforismo “Abuelo trabajador, padre rico, nieto vago” no se aplica para esta corporación. (O)