Hay más de una dimensión de nostalgia en la obra del artista guayaquileño Federico Airaudo, radicado hace un año en Canadá. Primero está su evidente interés de retratar, con lujo de detalles, estampas muy guayacas, de su ciudad natal, con una estética naíf que se ha vuelto su sello distintivo.

Estas visiones guayaquileñas, muy coloridas y satíricas, incluyen escenas en edificios representativos de la ciudad, como el Municipio de la urbe, los estadios de Barcelona y Emelec, el malecón, la torre Morisca, y más, donde la cotidianidad de la Perla del Pacífico se refleja en la acción de animales (monos, iguanas, perros y gatos) antropomorfos.

Pero lo que pocos saben es que esta inclinación artística se cocinó lentamente, desde muy pequeño, cuando solía dibujar y pintar al lado de su madre. De ella heredó la veta creativa, ya que era decoradora de interiores con un estudio abarrotado de témperas y cualquier tipo de artilugio para pintar, recuerda Federico, quien de hecho es diseñador gráfico de profesión. “Ella hacía todos los planos a mano, en esa época no había computadora. Ella fue la que me enseñó a pintar y a dibujar”.

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Y fue gracias a los momentos que pasaba en el estudio de su progenitora que este autor de 40 años vio por primera vez una ilustración panorámica de otra urbe, con tantos detalles sobre situaciones cotidianas, que de niño tenía que dedicarle horas para comprender cada una. “Recuerdo que en la pared del estudio tenía una impresión gigante panorámica de Buenos Aires, una ilustración de la que nunca supe el artista, pero era superdetallado, con todos sus edificios... siempre me llamó la atención”.

Si las coincidencias poéticas existen, esta es una de ellas. Esa panorámica de Buenos Aires resultó ser una especie de oráculo para Federico, porque después se radicó en esa ciudad por sus estudios universitarios, que tomó en la Escuela Superior de Creativos Publicitarios. Pero ese tiempo de la niñez ya le había dejado implantado esa inspiración urbana, sin saberlo. Y más tarde la aplicó en su propia producción artística que por ahora es su faceta más satisfactoria.

Foto: Cortesía

“Cuando te graduabas de la Escuela de Creativos te ibas a trabajar de una en una agencia. Ellos no te hacían trabajar con superproducciones y efectos especiales, sino que te mandaban a que desarrolles ideas prestando atención a lo cotidiano, a las pequeñas cosas. Traje ese método de trabajo cuando regresé a Ecuador, pero no me fue bien. Seguía trabajando como freelance, pero no me sentía feliz. Llegó un momento en mi vida que me empecé a cuestionar esto hasta que una noche lo sentí: lo que tengo que hacer es pintar. Llevaba años sin agarrar un pincel y esa misma noche me acuerdo de haber ido a a la bodega, agarrar las témperas y unos lienzos viejos y me puse a pintar como hasta las tres, cuatro de la mañana al día siguiente... Me sentía muy bien y lo empecé a hacer cotidianamente”.

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Por medio del arte, Federico se dio cuenta de que podría seguir contando historias y ese fue el último empujón que necesitaba para cambiar de vocación.

Los animales citadinos de Federico Airuado

"La entrada al monumental" (acrílico sobre lienzo, 122 x 76 cm). Foto: Cortesía

“Empecé a pintar un chiclero, porque lo había visto en la calle y siempre lo veía entonces pintó un chiclero y decidí hacerlo como animal y usar colores vivos, porque quería pintar algo y alegre, también porque mi mamá siempre me hacía pintar animales. Me salían fácil”, explica el artista sobre su obra, quien con el tiempo se fue formando en nuevas técnicas de perspectivas, en cursos y capacitaciones varias.

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Ahora que se radicó en Canadá, desde que se casó con su esposa, Federico dice que Guayaquil seguirá siendo su inspiración. “Siempre me pareció muy particular cómo es la gente, de cómo somos nosotros en Guayaquil y los modismos que tenemos al hablar. Es más, cuando conocí a mi esposa, que es canadiense, a ella le llamaba más la atención. Pintar Guayaquil es contar estas historias que nos hacen guayaquileños, que nos representan y creo que al traerlo acá a Canadá le puedo dar más protagonismo”.

"Jueves de Motos" (acrílico sobre lienzo, 152 x 76 cm). Foto: Cortesía

Por lo pronto, Federico se prepara para sus próximas exposiciones en ese país norteamericano. En primer lugar de su lista tiene el festival Vancouver Outsider Arts Festival. La sigue una exhibición en la galería Slice of Life y en The Kube, programadas para el 2024. “En un principio me costó que me conozcan, porque a diferencia de Guayaquil, que nos conocemos todos y era mucho más fácil socializar, acá es totalmente diferente. Además que tenemos otro idioma. Esto es gigante, tienes muchas exposiciones y concursos donde puedes participar. Participé en muchos calls que hacen a los artistas. Y he tenido la suerte de poder participar haciendo murales. Siento que todavía tengo mucho que contar de Ecuador”. (E)