La muerte de Orenthal James Simpson, ocurrida ayer, 10 de abril, remueve los relatos de los crímenes por los que fue juzgado (y absuelto) entre 1994 y 1995. Es decir, el asesinato de su exesposa, Nicole Brown Simpson, y el amigo de ella, Ron Goldman.

En octubre de 1995, O.J. Simpson fue declarado no culpable de los cargos de doble asesinato, al término de un juicio que duró 11 meses y que fue vigilado por los medios y el público estadounidense.

El entonces presidente de EEUU, Bill Clinton, tuvo que salir a pedir respeto al veredicto del jurado y al sistema judicial de los Estados Unidos.

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O. J. Simpson fue arrestado el 17 de junio de 1994, después de cuatro días de que se descubrieran los cuerpos sin vida de Brown y Goldman, en la casa de esta. No fue fácil ni sigiloso para la policía, pues el exfutbolista huyó de ellos en su camioneta conducida por un amigo, mientras él amenazaba con quitarse la vida si se le acercaban.

Los noticieros de Los Ángeles tuvieron tiempo de transmitir la persecución y la captura, alrededor de 45 minutos. Y fanáticos de Simpson pudieron apostarse en la autopista para mostrarle su apoyo. La transmisión eclipsó la final de la NBA. El presentador Tom Brokaw, del noticiero nocturno de la NBC, intervino en el relato del periodista deportivo de NBC Sports Bob Costas para informarle que estaba por ser testigo de “una tragedia”.

Simpson trató de negociar con la policía y terminó entregándose al llegar a su casa. Allí lo esperaba su hijo Jason, que en ese momento estaba detenido también por la policía.

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El 13 de junio de ese año, la policía había recibido la llamada del vecino de Nicole Brown, que había visto al perro de esta muy agitado. Brown se había divorciado de Simpson en 1992, después de un historial de violencia doméstica y abusos. Tenían dos hijos, de 8 y 5 años en ese momento.

Años después, la hermana de Nicole, Denise, sigue hablando sobre violencia doméstica, asegurando que su hermana estaba atrapada en una relación abusiva. “Ella trató de irse y, es la primera vez que lo admito, no creo que hubiese podido escapar jamás de este monstruo. La gente lo amaba, ¿pero quién era ella? Solo su esposa. La gente lo tenía en un pedestal, no sabían quién era”.

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Los oficiales encontraron los cadáveres de Nicole Brown Simpson y Ronald Goldman en el exterior de la casa, ubicada en el barrio de Brentwood, Los Ángeles. Habían sido apuñalados hasta morir, apenas dos horas antes de la llegada de la policía. A ella le habían abierto la garganta, hasta casi separar la cabeza del cuerpo. En el sitio se encontró un guante ensangrentado.

Por la mañana, los investigadores fueron a la casa de Simpson para informarle. Pero allí encontraron una Ford Bronco blanca con sangre en el interior y en el exterior. Entraron en la propiedad sin una orden de registro, pensando que el dueño de casa también podía haber sido atacado. Pero este no estaba, había tomado un vuelo a Chicago la noche anterior. Al revisar el lugar, dieron con un segundo guante con sangre, pareja del anterior. Una prueba de ADN confirmó que eran fluidos de las fíctimas.

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Los abogados de Simpson convencieron a la Policía de los Ángeles de que su cliente se entregaría en la mañana del 17 de junio, y los periodistas se reunieron afuera de la comisaría a esperarlo, pero nunca llegó. Se emitió una boleta de captura, mientras el abogado Robert Kardashian leía una carta de su representado, en el que aseguraba que no tenía nada que ver con el crimen y se despedía de todos. El otro abogado, Robert Shapiro aprovechó las cámaras de televisión para pedir a Simpson que se entregase.

Al finalizar la tarde, la misma camioneta blanca fue vista y rastreada en la Interestatal 405. Pero cuando un oficial se acercó con las sirenas encendidas, el chover, Al Cowlings, gritó que Simpson estaba en el asiento trasero apuntándose con un arma en la cabeza. Pronto 20 patrullas policiales, una decena de helicópteros y los equipos de varios canales de televisión (ABC, CBS, NBC y la CNN) se unieron a la persecución, que fue a baja velocidad por el temor de que el sospechoso cumpliera su amenaza.

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Algunos periodistas convencieron a John McKay, exentrenador del equipo de fútbol americano de la Universidad del Sur de California, para que saliera en vivo y animara Simpson a rendirse. McKay pidió a Simpson que estacionara y se entregara. Además, la policía le pidió el número del teléfono móvil de Simpson para llamarlo y convencerlo de que detuviera el vehículo.

Una dramática conversación entre un agente y Simpson, que quedó grabada, se mantuvo desde entonces hasta que Cowlings se estacionó en la casa de Simpson, rodeado de autos de la policía. Para entonces, unos 95 millones de espectadores habían visto todo.

Cuando Simpson se entregó a las autoridades, el suceso se había convertido en una aventura mediática. La policía halló en el carro $ 8.000 en efectivo, ropa, un arma, un pasaporte y una barba y bigote falsos. Por alguna razón, estas pruebas no fueron mostrados al jurado como evidencia durante el juicio, y tampoco los videos de la persecución.

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Mucha de la evidencia y varios de los testigos, así como un primer jurado, no llegaron a estar en el juicio. En el caso de los dos últimos, por sobreexposición a la cobertura mediática o por haber vendido sus testimonios a medios sensacionalistas.

Al anular al jurado, los abogados de Simpson ganaron tiempo para acceder a la evidencia y para mantener la postura de ‘no culpable’. El nuevo jurado fue elegido en el centro de Los Ángeles, y no en Santa Mónica, una decisión que dio lugar a un grupo más variado, con representantes latinos, negros y asiáticos.

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La fiscalía desistió de pedir pena de muerte, y se decidió por la cadena perpetua y por la teoría del ataque de celos, usando las pruebas de violencia doméstica durante el matrimonio de Simpson y Brown; así como un par de medias y zapatos con sangre de ella en la casa de él. Lo que no tenían era el arma homicida y testigos sólidos. Los 134 días del juicio fueron televisados en Court TV y cubiertos parcialmente por varias cadenas de noticias.

No se consideraron: facturas de la compra de cuchillos por parte de O. J. Simpson, seis semanas antes de los asesinatos. Una llamada a un refugio para mujeres de parte de Brown, cuatro días antes de los asesinatos. Los materiales encontrados en la camioneta (dinero, arma y disfraz). La nota de suicidio ni las declaraciones a la policía durante la persecución.

El jurado declaró a Simpson no culpable, aunque tiempo después algunos dijeron que tuvieron que hacerlo por falta de pruebas de la fiscalía. La fiscal principal, Marcia Clark, escribió después un libro titulado Sin duda (1998), en el que reconoció que estaba destinada a perder ese caso por el elemento racial y el de la celebridad, que jugaron a favor del acusado.

Y sin embargo, la exestrella del fútbol americano no pudo estar lejos de la polémica por mucho tiempo. Cumpliría cárcel al cambiar el siglo, pues el 3 de octubre de 2008 fue acusado y encontrado culpable de 12 delitos graves, secuestro y robo a mano armada, y sentenciado a 33 años de cárcel. Cumplió 9 en encierro y obtuvo la libertad condicional en 2017. (I)