En el colegio, muchas generaciones de estudiantes aprendimos el poema Quejas y escuchamos decir de Dolores Veintimilla de Galindo que era una poeta de versos llorones. O se la mencionaba como la mujer suicida que se despidió de su madre con una carta en la que le decía: “Dele un adiós al desgraciado de Galindo”, con lo cual se elucubraba que entre ella y su esposo había distanciamiento, pues él, al momento de la muerte de Dolores, no estaba en el país. Con estos mitos transcurrió nuestra secundaria. La investigadora María Helena Barrera-Agarwal echa abajo los mitos sobre esta autora ecuatoriana del siglo XIX, nacida en 1829 y muerta en 1857. Lo hace a partir de una prolija investigación en las fuentes.

No era la norma de la época que las mujeres publicaran. Fue después de su muerte que se difundieron sus escritos. Una amiga guayaquileña de la autora se los envió al intelectual peruano Ricardo Palma, quien los difundió".

María Helena ha dedicado dos libros a Dolores Veintimilla. El primero es de 2015. El segundo, de 2016. Gracias a estas obras podemos establecer que Dolores no era una poeta diletante, sino una mujer que tenía conciencia de su oficio, que poseía inquietudes literarias y filosóficas. Es la primera escritora del Ecuador republicano y podría decirse que la primera mujer de este país en tener una posición feminista y de lucha por los derechos indígenas.

Gracias a textos originales de la poeta que se han conservado en el proceso canónico seguido a pedido del esposo luego del suicidio, documento que desde 2015 reposa en la Biblioteca Municipal de Guayaquil y que María Helena Barrera estudia, la investigadora demuestra que Dolores trabajaba sus poemas. Corregía. Hacía versiones. Por supuesto, sus poemas no fueron publicados en vida. No era la norma de la época que las mujeres publicaran. Fue después de su muerte que se difundieron sus escritos. Una amiga guayaquileña de la autora se los envió al intelectual peruano Ricardo Palma, quien los difundió.

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En 1866 el intelectual ecuatoriano Vicente Molestina incluye un texto de Dolores en la primera antología poética editada en el Ecuador y aparece titulado con la expresión Quejas. Desde entonces se fija ese título para este poema. La autora no lo tituló así.

Un texto que Dolores escribió expresamente para ser publicado fue el que apareció en una volante, titulado Necrología, con el cual protesta por la pena de muerte para el indígena Tiburcio Lucero, a quien se lo ejecutó de manera pública. El texto de Dolores no cae bien en la sociedad de entonces. Le lanzan feroces ataques. Se cree que esta situación la llevó a suicidarse, pues entre este suceso y su suicidio apenas media un mes. En una de las volantes que se conservan, Dolores escribe de su puño y letra: “Me ha hecho reír la bulla que ha hecho mi pobre papel aquí! – por ser escrito de mujer; es decir, de un semianimal que es lo que creen que somos”.

En el presente siglo se sigue hablando de Dolores, de sus poemas y de sus acciones, pero ya no con esa visión que muchos aprendimos en el colegio. A medida que el tiempo pasa, no hacemos sino descubrir y admirar las diversas facetas de esta personalidad pionera, que la sociedad de su época no supo justipreciar. (O)