Los vinos más costosos del mundo son elaborados en Francia: uno de reciente cosecha de la zona de Borgoña cuesta alrededor de 6.000 dólares, pero hay quienes han pagado más de medio millón de dólares por tener el placer de beber una de las pocas botellas que quedan de Romanée Conti, cosecha 1945. Por otro lado, Italia es el mayor productor en litros de vino a nivel mundial y posee también la mayor variedad de cepas, con más de quinientas uvas distintas de las cerca de 1.600 que se cultivan para hacer vinos alrededor del planeta.

Después de España aparece Estados Unidos como el cuarto mayor productor de botellas de vino a nivel mundial, y donde solo California produce el 90 % de lo que embotellan en Norteamérica, llegando a sobrepasar los 2.000 millones de litros entre sus muchas variedades, aunque hoy es la calidad de los vinos californianos lo que más destaca. Han pasado cincuenta años desde que le ganaron en degustaciones ciegas a los vinos tintos y blancos franceses, y vieron el tremendo potencial de sus cepas Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay, Zinfandel, Syrah y Pinot Noir, entre otras.

Precisamente de algunas de estas variedades tuve la oportunidad hace pocos días de probar vinos de la reconocida bodega Decoy, que hoy se encuentra en las tiendas especializadas en todo el país. Siempre me han gustado los californianos, porque tienen ese cálculo perfecto en el momento de incluir el contacto con la madera, no dejando que sea invasiva y que más bien complemente a la fruta en el vino. Además buscan que la complejidad se exprese de manera inmediata y que no sea necesaria una larga guarda para disfrutar de una buena copa.

Empezamos la cata con un Chardonnay, monovarietal en donde el 30 % del vino con sus lías pasó por una crianza de ocho meses en barricas de roble francés. En nariz fue fácil percibir intensas notas de frutos tropicales dulces, como la piña y el durazno, así como la vainilla, recuerdo de almendras y miel. Ya en la boca pude disfrutar de una agradable acidez que se fundió con la delicada untuosidad del vino. Delicioso para acompañar paltos complejos.

Pasamos a los tintos, y el primero fue Zinfaldel (versión americana de la uva Primitivo, proveniente de Italia), varietal donde el enólogo agregó 10 % de Petty Syrah para sumarle color y mayor complejidad. Al tomar la copa sentí inéditamente aromas de moras, arándanos y ciruelas, también pimienta y madera. Fue un vino con taninos suaves y mucha fruta, que dejó recuerdos dulces envueltos en vainilla.

El más aplaudido de la cata fue el Cabernet Sauvignon. No hay duda de que en la bodega Decoy se preocupan por hacer que sus vinos tengan prefecto balance entre fruta y madera, esa versión moderna en donde es posible encontrar todo dentro de la copa. Para lograrlo solo el 40 % del vino fue criado en barriles de roble francés por 18 meses. Este complejo y sabroso Cab fue muy fácil de beber; entregó pimientas, frutas maduras de bosque y deliciosa sensación aterciopelada en boca. Su final fue largo, destacando la persistencia de fruta madura, vainilla y madera. Ideal para carnes y platos condimentados.