La bienal itinerante que ha invadido los museos de Guayaquil (el MAAC, el Nahim Isaías y el Presley Norton) introduce el tema de la identidad guayaquileña bajo todas las aristas imaginables, a cargo de artistas nacionales e internacionales.

Con el nombre de Nómades, la muestra podría convertirse en el evento cultural del año. Diana J. León habla con el curador Hernán Pacurucu sobre las numerosas implicaciones que se pueden descubrir, o ignorar, o rechazar en lo que vemos. Creo que primero lo primero: la identidad de cada ser y su cordón umbilical a su terruño particular pueden resultar algo muy ambiguo cuando esa “patria” está lejana y todo lo que nos queda es la memoria.

Fui un nómada por casi diez años, y mi identidad guayaquileña, ecuatoriana, revivía en momentos inesperados. Oler el cacao en un chocolate, saborear una humita o ver en un semblante en el metro de Nueva York a un paisano y preguntarle: “¿Eres ecuatoriano?” y observar en su reacción una sonrisa melancólicamente afirmativa. Nunca podré olvidar esa expresión, porque sentía que también era la mía. Era la mirada de mis tíos emigrantes, cuando hablaban de sus añoranzas.

Vivir nuestro Macondo, según el gran Gabo, el del premio Nobel: “En nuestra cultura siempre están un Beethoven, o un Picasso, y al mismo tiempo las canciones de Agustín Lara, el cine mexicano, la rumba, el merengue, la salsa y la desorganización y la manera improvisada y las tonterías que hablan las tías”. (O)