El concepto de la autocompasión es relativamente nuevo en la filosofía occidental, pues anteriormente era considerada un signo de debilidad, de lástima hacia uno mismo y de autoindulgencia.

Kristin Neff describe la autocompasión como un proceso formado por tres componentes principales:

  • La autoamabilidad, en lugar de la autocrítica.
  • El sentimiento de pertenencia a la humanidad y sus errores, en lugar del aislamiento.
  • Una atención plena al momento presente o mindfulness, en la que podemos observar los propios pensamientos y sentimientos como son, sin tratar de suprimirlos o negarlos, pero sin magnificarlos.

La capacidad de autocompasión es una habilidad de autorregulación emocional que se aprende como fruto del entorno de amor y consuelo que recibimos durante nuestra niñez y adolescencia.

Consolar al hijo cuando le pasa algo tiene un efecto muy potente sobre su afectividad, sobre su psiquis. Porque cuando él se cae o le pasa algo cuando es pequeño, o de adolescente le ocurre algo que lo hace sufrir, al escucharlo, validarlo, entenderlo y consolarlo con frases como ¿Cuánto dolió, dónde te pegaste? Ya va a pasar, te pondré una cremita… O luego en la adolescencia: ¿Eso te hizo tu amiga, y cómo te hace sentir eso? ¿Qué fue lo que más te dolió? ¿Cómo puedo ayudarte? Ay, si me hubiera pasado a mí, estaría triste también.

Esta empatía y compasión con el hijo permite que luego él pueda desarrollar la capacidad de autoconsuelo, es decir, que cuando él se sienta mal consigo mismo, haya fallado, esté triste, también pueda consolarse, ser tierno consigo mismo y no tan duro, no sentirse tan culpable, tan avergonzado, tan humillado por sus errores o por sus fallas, de manera que pueda reaccionar, perdonándose y avanzar.

Si no has vivido el autoconsuelo y sientes que dentro de ti hay un juez implacable que te exige, critica y culpabiliza constantemente, puedes acudir a la terapia psicológica. Ciro Caro y Teresa Hornillos en su artículo La tarea de autoconsuelo compasivo en terapia focalizada en la emoción (2015) señalan: “Conceptualmente, el trabajo de autoconsuelo es el antídoto de la autocrítica, aunque no funciona suprimiendo el proceso autocrítico, sino mediante la integración del dolor emocional que subyace en la voz crítica o en las experiencias no resueltas, ayudando entonces al cliente a acceder a recursos alternativos de autoapoyo”.

No importa la edad que tengas, siempre puedes aprender a ser más amable contigo mismo y eso nada tiene que ver con victimizarse. Cuando lo logres, verás cuánta amabilidad, tolerancia y compasión puedes expresar hacia los demás; a los que amas y aun a quienes se cruzan en tu camino solamente por alguna circunstancia temporal. (O)