La electricidad que llega a nuestros hogares, la que permite encender los electrodomésticos y mantiene la comida fresca o congelada en la nevera, proviene de siete fuentes energéticas. La principal, la que abastece al 85 % de la población, es generada por la fuerza del agua (hidroeléctrica), según el informe del Cenace, operador nacional de electricidad, de 2022.

El 12,3 % del suministro proviene del calor de los combustibles fósiles (termoeléctricas); el 1,6 % se importa a los países de Colombia y Perú; y el 1 % lo generan las fuentes renovables ‘no convencionales’: la fuerza del viento (eólica), la luz solar (fotovoltaica), los desechos orgánicos (biomasa) y la biodegradación de la materia orgánica (biogás).

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Estas fuentes ‘no convencionales’, según el reporte del Cenace, recién empiezan a producir energía en el 2004 con menos de 1 GWh. Los siguientes años aumentaron hasta superar los 1.000 GWh (gigavatio- hora) en 2016, año que representó el 4,5 % del suministro eléctrico del país. Seis años más tarde, en 2022, la producción disminuyó en 69 %, apenas se produjeron 325,9 GWh.

En los informes de Cenace y del Ministerio de Energía y Minas, que no atendió un pedido de entrevista de este Diario, no se explican las causas de la reducción de esta alternativa.

Esto, pese a que se han incorporado centrales eólicas en el país en los últimos años, como la San Cristóbal (Galápagos), en 2007; Baltra (Galápagos) y Villonaco (Loja), en 2013; y Minas de Huascachaca (Loja), que inició operaciones en marzo de este 2023.

A esto se suman ocho nuevos proyectos que el presidente Guillermo Lasso concesionó el 21 de noviembre, dos días antes de dejar el cargo, por un lapso de 25 años y que tendrán una inversión de $ 700 millones. Entre ellos constan tres hidroeléctricos en Santo Domingo y Morona Santiago; y cuatro fotovoltaicos, tres en Imbabura y uno en Galápagos. Este último contempla, según el plan de transición energética, la expansión de capacidad fotovoltaica y de turbinas eólicas en Baltra, San Cristóbal, Isabela y Floreana para cubrir el 85 % del consumo de las primeras dos islas y a toda la población de las otras dos, en el 2030.

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Anualmente, con excepción del año de la pandemia, la producción energética total ha crecido en el país. En 2022 generó 28.870 GWh (gigavatio- hora), el 3 % más que en 2021 y 150 % más que hace 20 años.

Estas cifras, obtenidas del informe del Cenace, varían con el balance energético nacional 2022, publicado por el Ministerio de Energía en agosto pasado. En este documento se detalla que el año pasado se generaron 33.474 GWh, 4.000 más de lo que registra el Cenace. El 73,6 % fue generado por hidroeléctricas, el 23,6 % por las termoeléctricas, el 1,4 % fue importado y el restante 1 % –que coincide con el Cenace– fue producido por fuentes eólica, solar, biomasa y biogás.

El suministro de todas estas fuentes ha cambiado en las últimas dos décadas. Las hidroeléctricas y termoeléctricas, por ejemplo, generaron casi la misma cantidad de energía en 2010; a partir del 2016, con la operación de las centrales Manduriacu (2015), Coca Codo Sinclair (2016), Sopladora (2016), Delsitanisagua (2018) y San Francisco (2019), crece la producción hidroeléctrica; y, en 2021, generan catorce veces más que las termoeléctricas.

En 2022, en cambio, hubo una reducción del 3,6 % de las hidroeléctricas por la disminución del caudal en las fuentes hídricas ante el déficit de lluvias. A diciembre del 2022, según el informe del Cenace, se registraron 343 GWh en la reserva energética en los embalses, lo que representa el 35 % de lo almacenado en 2021 (982 GWh).

“Depende de Diosito”, dijo Fernando Santos, ministro de Energía y Minas, en una entrevista, antes del anuncio de los racionamientos de luz que se registran en el país desde finales de octubre. En una entrevista con este Diario, Santos indicó: “Estamos atravesando por la peor sequía de los últimos 50 años”.

De las 40 centrales hidroeléctricas públicas que tiene el país, tres aportan el 59 % de la producción: Coca Codo Sinclair (2016), Paute (1983) y Sopladora (2016), según el informe del Cenace. En el caso de las termoeléctricas, el 77 % se concentra en las unidades Gonzalo Zevallos, Trinitaria, Jaramijó, Esmeraldas, Machala Gas, Machala Gas 2, Santa Elena 2 y Esmeraldas 2.

Ecuador también importa energía a Colombia y Perú para cubrir la demanda local. Hace 20 años recibió 56 GWh; en 2005 llegó a más de 1.700 GWh; en 2016, con la operación de nuevas hidroeléctricas, disminuyó a 81 GWh; y desde 2020 aumentó nuevamente hasta llegar a 466 GWh en 2022.

Tras cubrir la demanda local, el país también exporta energía eléctrica a los vecinos países de Colombia y Perú. El año pasado entregaron una provisión de 191,57 GWh, el 63 % menos que en 2021 (522,84 GWh). Los meses con mayor exportación fueron marzo y abril, debido a que -según el informe del Cenace- el parque generador tenía “condiciones hidrológicas” que permitieron ofertar excedentes de energía a Colombia.
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Indisponibilidad de generación eléctrica

En el país se registró durante el año pasado 15.448 MWh (megavatios-hora) de ‘energía no suministrada’, que corresponde a 4,9 horas de desconexión eléctrica. Esta disminución en el servicio se debió, según el informe del Cenace del 2022, a fallas de transmisión (58 %) y a los cerca de 7.000 mantenimientos realizados en las centrales (42 %).

La potencia no disponible promedio alcanzó los 1.169 MW, un 27 % menos que en el 2021. La mayoría de esta indisponibilidad se reportó en unidades termoeléctricas e hidroeléctricas.

A las 02:00 del 5 de julio se llegó al máximo de indisponibilidad, de más de 2.000 megavatios, en las hidroeléctricas de Coca Codo Sinclair, San Francisco, Delsitanisagua y Agoyán. Mientras que las termoeléctricas alcanzaron casi 1.000 megavatios, a las 16:00 del 7 de octubre, en las centrales de Termogás Machala, Vapor Gonzalo Zevallos, Aníbal Santos, Esmeraldas y Álvaro Tinajero. (I)