Cacao y café han sido protagonistas de nuestra historia socioeconómica. Sin embargo, ambos sectores avanzan, en la ruta hacia el desarrollo, en sentidos opuestos. Las exportaciones de cacao pasaron de $86 millones exportados en 2001 a $935 millones en 2020. Mientras, la producción de café se ha reducido constantemente. Las exportaciones de café cayeron de $411 millones el 94, a $10 millones en 2020, obligando a importar grano a la industria nacional. ¿Cuáles fueron las causas de estas tendencias? ¿Qué se ve venir en ambos casos?

La cadena de cacao se ha integrado formando un aglomerado competitivo, con transferencias de biotecnología, asistencia técnica, dinero y oportunidades hacia los productores. Esto ha aumentado la productividad promedio nacional en 50 %, entre 2014 y 2019: alcanzando 0,63 toneladas por hectárea (t/ha) y 1,00 t/ha en las fincas de mejor manejo. La cadena de café, al contrario, ha venido desarticulándose. Proyectos y programas para transferir recursos y capacidades al productor no han trascendido. No se han renovado cultivos ni han mejorado, en promedio, la productividad ni la calidad del grano. El 85 % de los cultivos presenta rendimientos alrededor de cuatro sacos de 60 kg de café oro/ha, con malas prácticas de manejo y beneficio de grano. El 15 % restante de producción alcanza rendimientos de 12,5 sacos de 60 kg de café oro/ha y mejor calidad.

Ambas cadenas enfrentan rivales internacionales de diferente poder competitivo. La cadena ecuatoriana de cacao compite contra cadenas de países africanos muy desarticuladas, con productividad de 0,3 t/ha, precariedad laboral, economías rurales de subsistencia, constantes denuncias de trabajo infantil y prácticas esclavistas. Esto impide la mejora competitiva de la cadena y la transferencia de recursos especializados de producción. En este escenario, es creciente el número de actores globales de la industria chocolatera que invierten y compran a la cadena ecuatoriana de cacao, alentando su sofisticación, innovación y mejora competitiva. La cadena ecuatoriana de café, en cambio, enfrenta competidores altamente competitivos, tanto en volumen y costos (Brasil) como en valor o calidad (Colombia), cuyas dinámicas atraen a los actores globales de la industria.

A dejar que la cadena de cacao siga su curso de mejora competitiva. Si las grandes marcas ya son clientes de nuestro grano, que aumenten sus operaciones de compra en Ecuador. Mayor exigencia en la calidad universalizará estándares de producción, alentando la innovación, la productividad y la mejora competitiva, ya crecientes.

Por el otro lado, es difícil y poco probable, pero se debe mantener la meta de reconstruir la cadena del café. Esa minoría de productores de café de calidad que permanecen en Ecuador alimentan mi esperanza. Que lideren un proceso de articulación y mejora competitiva que atraiga actores globales que eleven estándares, viabilicen la inversión y alienten la innovación. Mirar el sendero caminado por la cadena de cacao. Tomará años. Es desafiante, pero posible. (O)