¡Qué espectáculo la LIII Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington D.C.! Entre todo el alboroto y las conspiraciones de bajo perfil, se decidió votar y designar a cuatro nuevos comisionados para la prestigiosa Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ese órgano superimportante que vela por los derechos en la región. Pero, ¡oh sorpresa!, el proceso llevado a cabo por los países miembros, con la ayuda de una Asamblea un tanto apática, ha dejado un sabor agridulce en aquellos que anhelamos más transparencia y procesos democráticos internos en la selección y postulación de los candidatos.

Sin ir muy lejos, ¡resulta que Ecuador se levantó una mañana con el anuncio de la candidatura de Pier Paolo Pigozzi Sandoval, un abogado ecuatoriano que vive en Chile y que supuestamente tiene una amplia experiencia en derechos humanos! ¡Qué chiste! Pigozzi solo consiguió 9 votos, una tercera parte de los 27 que obtuvo la candidata más popular. ¿Y sabes por qué? Porque las organizaciones de la sociedad civil defienden y promueven los derechos en el terreno, sí sabían quién era el candidato ecuatoriano puesto a dedo por voluntad presidencial.

Resulta que Pigozzi lidera la organización Dignidad y Derecho, desde donde ha luchado abiertamente en contra de decisiones cruciales para proteger los derechos en Ecuador. ¡Un verdadero paladín de la igualdad! Estuvo y sigue estando en contra del matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y hasta de la protección animal. Su elección habría sido un gran paso atrás en términos de igualdad de derechos y un desafío claro a los avances que hemos logrado en la región. Por suerte, la mayoría de estados parte de la OEA decidió tomar otro rumbo.

La pobre cantidad de votos que obtuvo Pigozzi nos hace reflexionar. Se está enviando un mensaje claro y contundente a los gobiernos de los Estados miembros: ¡necesitamos procesos de selección y designación de candidatos que sean participativos y transparentes! El rechazo a Pigozzi es una señal evidente de que muchos sectores sociales del hemisferio no están dispuestos a tolerar a las posiciones antiderechos. ¡Al menos algo positivo!

Ahora bien, por otro lado, no podemos evitar preocuparnos por la elección del candidato ultraconservador de Guatemala, Stuardo Ralón Orellana. Su designación tiene a todos los progresistas y defensores de los derechos humanos con los pelos de punta. ¿Qué mensaje estamos enviando al elegir a un comisionado con posturas ultraconservadoras que podrían poner en peligro los avances en materia de derechos humanos que tanto han luchado las organizaciones de la sociedad civil y las víctimas por conseguir? No es todo, pues al final el comisionado reelegido representa a un Gobierno que ha destruido la institucionalidad democrática en Guatemala.

Todos estos acontecimientos han generado una demanda social legítima: ¡queremos más transparencia y democracia interna en la designación de los candidatos para la CIDH por parte de los Estados miembros de la OEA! Necesitamos establecer mecanismos sólidos que permitan una selección justa, basada en principios elementales de participación ciudadana y control social. La opacidad y las decisiones tomadas con intereses particulares en detrimento de la protección de los derechos fundamentales socavan la credibilidad de la OEA y de la CIDH como garantes de los derechos humanos en la región.

La elección de los comisionados de la CIDH no es un asunto trivial. Estas mujeres y hombres tienen la responsabilidad de velar por el respeto a los derechos humanos en cada uno de nuestros países. Su trabajo es esencial para asegurar la justicia, la igualdad y el respeto a la dignidad humana. Por eso, la ciudadanía y la sociedad civil deben estar atentas y exigir una participación activa en los procesos de selección y designación de los candidatos. Necesitamos promover un diálogo abierto y plural, donde se escuchen todas las voces relevantes y donde el respeto irrestricto a los derechos sea el punto central de discusión.

La LIII Asamblea General de la OEA ha dejado en claro los desafíos que aún enfrentamos en materia de derechos en América Latina. La elección de los comisionados de la CIDH es solo una muestra de la importancia de una mayor democracia interna y transparencia en los procesos de postulación a organismos internacionales. Ahora la ciudadanía y la sociedad civil han tomado el escenario principal y ya no están dispuestas a quedarse calladas. ¡La lucha por los derechos humanos no puede ser eclipsada por intereses particulares! Debemos guiarnos por los principios universales que nos definen como sociedad. ¡Así de simple! (O)