El presidente Guillermo Lasso, semanas previas a los últimos comicios, hizo el anuncio –a decir del oficialismo- de tres buenas noticias. La primera, relacionada con el registro del nivel más bajo de desempleo. La segunda, vinculada con el aumento del empleo adecuado; y la tercera, conectada con la reducción del índice de pobreza y desigualdad en el país. Esos guarismos, para el régimen, expresarían la construcción de un Ecuador que está en camino a la prosperidad.

No obstante, medios de comunicación, entre ellos, El País de España, destacan lo que sucede en la selva del Darién: “Mientras, en 2021, miles de haitianos se arriesgaron a morir por esa espesa selva que separa a Colombia de Panamá; y en 2022 fueron los venezolanos quienes se lanzaron a las manos de los coyotes o traficantes (...); ahora son los ecuatorianos en masa los que intentan cruzar la trocha que se ha convertido en cementerio”.

Como vemos, se trata de dos descripciones de un mismo objeto de análisis, con explicaciones bastante diferentes. En un enfoque está implícito el mensaje del Gobierno, que jura haber creado nuevas oportunidades de trabajo para la población, mientras en el otro se desvela la radiografía del desempleo, las carencias económicas e inclusive la inseguridad como un factor adicional que explican la tragedia de la migración irregular.

Con 91.990 nuevos empleos plenos y con caída del desempleo al 3,2 % cerró Ecuador el 2022, según reporte del INEC

De ahí que Mark Twain y Benjamín Disraeli hayan considerado la existencia de tres tipos de mentiras, y más aún las que se usan en la política para numéricamente reforzar interpretaciones poco consistentes con los hechos. De ahí la expresión que presenta a las “mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”.

Como se advierte, las estadísticas se prestan para interpretaciones; empero, la realidad es una sola.

Desde Carondelet, por ejemplo, se aplaude que el empleo adecuado en el último año pasó de 33,9 % a 36 %, sin embargo, lo que no se dice es que, en igual periodo, la población económicamente activa (PEA) se redujo en 245.100 personas. En tanto, la población económicamente inactiva (PEI) creció en 428.142 personas. Un importante segmento de ese grupo humano está alimentando la migración irregular.

Además, no se pronuncia de que aún no podemos ni recuperar las tasas de empleo adecuado que teníamos en época de prepandemia, a diciembre 2019, cuya cifra llegó al 38,8 % con un nivel de subempleo del 17,8 %, por debajo, en este último caso, del 19,4 % que hoy evidencian las propias cifras oficiales para describir este tipo de informalidad.

Igualmente, se mantienen las desigualdades por género (incluso con deterioro), en términos de acceso al empleo, al representar -en 2022- los hombres el 58,8 % y las mujeres el 41,1 % (en diciembre 2021, las mujeres constituían el 42,3 %).

En cuanto a etnia, las cifras reportan una disminución en la participación del empleo para montubios y afroecuatorianos, con una mayor presencia para los mestizos y una leve mejoría para los indígenas al pasar de 12,7 % al 12,9 %.

Como se advierte, las estadísticas se prestan para interpretaciones; empero, la realidad es una sola. Estamos aún muy distantes de una verdadera reactivación económica con distribución de beneficios para los más pobres. (O)