“¡Dejen esa bullaranga!”, exclamaba mi abuela Isabel ante nuestros gritos por la endiablada lluvia “reventando” el zinc toda la noche, mientras sus apagados ojos buscaban a San Antonio en las repisas de su cama. Con mi madre y hermanos intentábamos detener a baldazos el caudal; nuestra viejita insistía pasarnos la estatuilla para rezarle y, junto a una vela encendida, colocarla en la puerta de la casa. Así la tormenta pararía y el agua retrocedería, como en las temidas crecidas de su río Cayapas en Esmeraldas.

Tres días de ejercicios de preparación y respuesta ante el fenómeno de El Niño, en la ESPE

Ese fenómeno de El Niño de 1998 era un “diluvio” de truenos, rayos y relámpagos interminables. Las empresas se ingeniaron para funcionar. Era una odisea llegar a los trabajos. Una mañana en Guayaquil, en el trayecto al mío, encontré a mi jefe frente al volante de su auto con el agua al pecho. La escena nos arrancó una nerviosa risotada, ante ese evento que conmocionó la red económico–productiva; desbordó ríos; colapsó carreteras, sistemas de agua y alcantarillado; limitó la comercialización de alimentos; dejó perjuicios en el campo; frenó el turismo; perjudicó la salud, etc. Según J. R. Jovel de EIRD.ORG se valora en $ 2.882 millones los daños. Esa comparación señala que los más afectados, en orden de magnitud decreciente, fueron Ecuador (14,6 % del PIB), Bolivia (7 %) y Perú (4,5 %).

Pero sin pasar el sombrero

El anuncio de un “Niño” más violento preocupa a la ciudadanía por el difícil momento que atraviesa el país, el mal estado de varias carreteras, caminos, redes de agua potable y alcantarillado; por tantas viviendas en zonas de riesgo; campos aislados, evidenciados en el invierno. Los desastres de Alausí, Esmeraldas, Manabí, varios damnificados esperando respuestas, afloran falencias del Estado en políticas preventivas y reacciones efectivas. La Secretaría de Gestión de Riesgos y el Comité de Operaciones de Emergencia (COE), de mala percepción por su actuar en la pandemia y otros episodios, tendrá un desafío mayor justo cuando los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) reclaman por recortes presupuestarios y la falta de recursos para afrontar este evento.

Despierten GAD, viene El Niño

El anuncio de un “Niño” más violento preocupa a la ciudadanía por el difícil momento que atraviesa el país...

El plan de acción presentado por el COE al presidente Lasso, donde cada ministerio debe trazar estrategias que permitan mitigar daños, no genera mayor confianza ciudadana, porque este suceso, a diferencia del anterior, encontrará un país más dividido por el escenario poselectoral, más inseguro, de instituciones debilitadas y una economía complicada con un déficit fiscal de $ 1.000 a final de año, según entendidos.

Las labores preventivas de ciertos municipios y prefecturas al acondicionar posibles albergues, realizar simulacros, etc., y la cooperación técnica de la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, deben ser complementadas con el rápido liderazgo y capacidad del próximo gobierno para implementar medidas efectivas; una sociedad civil que respalde el trabajo de los GAD; una Asamblea sin actitudes partidistas, colaborando en sacar el “barco” de la tormenta, sin sectarismos ni cálculos políticos. Caso contrario, veremos una película repetida y solo tocará encomendarse a San Antonio y la vela de mi abuela. (O)