Hace unos días visité el Templo Dorado de los sikhs, en Amritsar, India, y me impresionó ver a cientos de voluntarios trabajar denodadamente para alimentar a cien mil personas. Los sikhs imponen esta y muchas acciones de solidaridad como manifestación del humanismo de su religión hacia los más necesitados.

El día sábado 11 de noviembre me crucé con una delegación de ellos visitando al Santo Padre y pude ser testigo de que, pese a las diferencias de las religiones, es posible trabajar por causas comunes, por el bien de los seres humanos, especialmente los más necesitados. Ayudar en cualquier forma a los más vulnerables es un mandato que todos debemos observar.

El Santo Padre ha hecho mucho para aproximarse a los líderes de otras religiones del mundo, fundamentado en la premisa de que todos, en el fondo, respetamos los mandatos de paz y respeto. Las religiones del mundo tienen los mismos principios, nacen de las mismas vertientes fundamentales de respeto a la vida y a los derechos inherentes del ser humano.

El diálogo interreligioso, que promueve la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos, es indispensable para buscar campos comunes, donde la generación de consensos permita encontrar soluciones a la compleja problemática que enfrenta la sociedad global.

Pude también visitar la Tumba de Mahatma Gandhi, quien promovió la no violencia para encontrar soluciones a los desencuentros de las sociedades y dejó un gran legado en donde la inteligencia prevalece sobre el uso de la fuerza y la violencia. Marcó así el destino histórico de la India y de muchos confines del mundo.

Tuve ocasión de ser recibido en audiencia por el Santo Padre, acompañado de mi familia, para tratar temas relacionados con los derechos humanos de las personas adultas mayores y de las personas con discapacidad. Su Santidad nos motivó a continuar la causa de la dignidad de estos grupos de personas.

Hoy que el mundo enfrenta varios conflictos, que las potencias radicalizan sus intereses geopolíticos, que se ha fracturado la capacidad de diálogo y entendimiento en los foros multilaterales, es necesario regresar a los principios de la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el entramado jurídico que garantiza el respeto a la esencia mismo del ser humano.

En esta semana, tuve también ocasión de dialogar con el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Volker Turk, sobre los acuciantes problemas que enfrentan los seres humanos en muchas partes del mundo, en donde sus derechos son conculcados. Coincidimos en que es necesario promover y proteger esos derechos que son consubstanciales a la vida y la existencia misma del ser humano. Sin ese respeto no puede haber dignidad.

Quizás lo más importante es comprender que si no enseñamos a las futuras generaciones a usar el diálogo, el entendimiento, la empatía y una gran dosis de humanidad, tendremos conflictos de toda índole que serán imposibles de resolver. (O)