A pocos días de que Donald Trump jure su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos de América (EE. UU.), me pregunto: ¿Cuál es el plan para cumplir su promesa de “hacer a los Estados Unidos grande otra vez” (MAGA por sus siglas en inglés)? ¿Se limitará a aumentarle tarifas aduaneras a China y presionar a sus aliados? ¿Qué prevé para América Latina, más allá de continuar con el muro y deportaciones masivas?
Para cumplir su promesa, los EE. UU. deben innovar su estrategia geopolítica, bajo la lógica de aglomerados transnacionales, la cual explica cada vez más las relaciones de poder a nivel global. La globalización, simbolizada por la Internet, la era del conocimiento y la interconexión creciente forjaron y consolidaron cadenas de suministro transnacionales que convirtieron a China en la factoría del mundo. Esto mejoró la competitividad del suministro de bienes en favor del ciudadano común, a costa del desempleo de la mano de obra industrial en el primer mundo, principalmente en EE. UU.
China sí va por el control de los flujos de comercio mundial, mediante un plan de ataque por aglomerados. Entre 2010 y 2018, según el CSIS, los bancos estatales chinos financiaron por $ 127.000 millones a navieras y a constructoras chinas de buques, las cuales además recibieron subsidios por $ 5.000 millones. Entre 2024 y 2028, China subsidiará $ 21.000 millones para reemplazar viejos buques con nuevos más eficientes. La capacidad de construcción de los astilleros chinos es la más grande del mundo y según BRS Shipbrokers, aumentarían su capacidad de producción en 80 % hasta el 2027. China ha invertido en puertos y canales clave (Isla Margarita y el Cuarto Puente en en canal de Panamá, el puerto de Chancay en Perú, etc.), mientras que sus navieras (Cosco Shipping Co y China Merchant) y operadores portuarios (Hutchison Port Holding y Shanghai International Ports) aumentan su radio de acción global. Esto no se responde con tarifas o amenazas de invasión.
Por lo expuesto, “hacer grande a América otra vez” no va por la repatriación de los empleos de manufactura que los Estados Unidos exportaron por décadas. Sería insostenible y evidenciaría cortedad de miras. Esta promesa debería tener como visión mejorar la calidad del impacto de EE. UU. sobre la población del mundo que depende de su desempeño. Implica intervenir en los aglomerados transnacionales de mayor incidencia en dicha población, asegurando la mejora competitiva y el desarrollo sostenible de aquellos, con el control, para su Estado–Nación, de variables clave como: los flujos de comercio; el liderazgo en innovación y desarrollo; la vigencia del dólar como moneda de reserva internacional; entre otras.
EE. UU. debe plantear nuevas dimensiones de integración con América Latina, sobre la base de acelerar el reemplazo de la proveeduría localizada en lejano oriente. Estas nuevas dimensiones incluirían: incentivar la migración selectiva de doble vía, fomentar y consolidar aglomerados de negocios transnacionales, proponer nuevos modelos de cooperación para atacar con eficacia a aquel de negocios transnacionales del narcotráfico, entre otros. “¡Amanecerá y veremos!”. (O)