Con todo lo que ha puesto al descubierto la Fiscalía con sus investigaciones (casos Metástasis, Purga, Plaga y qué más vendrá), repugna ver un país podrido. Con la justicia e instituciones contaminadas y penetradas por la delincuencia organizada, el narcotráfico y políticos que solo buscan enriquecerse.

‘Abusar de las acciones constitucionales y dejar libres a delincuentes peligrosos se convirtió en una plaga en el sistema de justicia’

Se evidencia la distorsión de ser un “político exitoso” en medio de un mundo cambiado, sin valores ni ética, pervertido, cínico y mediocre, que les hizo perder el pudor, si alguna vez lo tuvieron.

Salvo honrosas excepciones, se ha establecido una escuela deformada de políticos, que perdieron la vergüenza, que ven como un negocio sucio y rápido el enriquecimiento ilícito, incluida la colección de relojes caros y otras excentricidades, que exhiben mientras disfrutan del poder o cuando huyen y viven prófugos de la justicia.

Es hora de ayudar, no de criticar

Cuando son descubiertos por sus acciones y van a la cárcel, no pueden combinar esos relojes con las esposas que les colocan en las manos y tienen que esconderlas con un saco o una chompa.

En eso han caído políticos que llegaron a los cargos públicos más altos (presidente o presidenta, caso Perú), asambleístas, ministros, embajadores de cuota política u otras funciones en instituciones apetecidas, como aduanas, telecomunicaciones, petróleos.

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Cuando caen en desgracia, son descubiertos en sus actos de corrupción y van a la cárcel. Sus propios amigos y dirigentes les niegan y desconocen, a pesar de tantos años de amistad y negocios.

Algunos lo lograron incluso sometiendo con plata a oficiales, incluido un general ambicioso, a pesar de que no necesitaba si salía con una buena cesantía y una privilegiada pensión de retiro.

Acerca de la fiscal general

Con un poder ilimitado, se transforman en traficantes de tierras, que esquilman a campesinos o indígenas con la ayuda de jueces(as) venales que se venden a cambio de dinero y que no solo se sometieron a políticos, sino a la delincuencia organizada, lo cual es más grave.

La ambición de políticos, asambleístas y quienes llegan a altos cargos es desmedida. La excepción es la regla. Con sueldos limitados, acumulan tanto dinero aunque no puedan disfrutar libremente.

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La carrera actual del “político exitoso” parte de la tarea de conformar un movimiento político, que da réditos económicos a partir de su fácil reconocimiento legal para luego tornarlo en una empresa electorera más, que negocia listas de candidatos al mejor postor. No hay formación de liderazgos con valores y ética.

El negocio es redondo. En familia se impulsa la formación de abogados para conformar un “prestigioso bufete de juristas”, que gana contratos y juicios con la influencia política familiar desde el poder central, la Asamblea o algún otro cargo público.

¡No hay tiempo que perder!

Hay que buscar una cátedra, ojalá de una renombrada universidad (que se prestan), o no importa si es un centro de estudios nuevo o, como antes, de garaje, que le permita exhibir no solo títulos sino la “experiencia académica”.

Se tejen amistades, sin importar ideologías o tendencias políticas, de tal manera que si llega al poder central puedan conseguir una embajada y, si es posible, además, una secretaría de Estado para algún familiar. Todo completo, sin sonrojarse. (O)