Mañana será 1 de agosto del 2023. El domingo 20 se realizarán las elecciones anticipadas. Se han multiplicado y diversificado las formas de hacer campaña, se han hecho ofertas y celebrado compromisos, pero son pocos los casos de puntualizaciones en temas esenciales.

En tres temas, entre otros, sería interesante conocer la decisión que tomarían los presidenciables.

¿Se allanarían a solo ser gobierno temporal hasta el 24 de mayo del 2025, además, en un entorno de espacios de poder institucional controlados por otras fuerzas políticas? Carlos Julio Arosemena Tola y Clemente Yerovi Indaburu, sin ser actores políticos electorales, sino ciudadanos muy respetados, gobernaron periodos cortos. Otto Arosemena Gómez, en otras circunstancias, también lo fue. Los actuales candidatos aspiran a seguir liderando sus espacios en los años posteriores al 2025, por lo que podrían pensar en una ruptura, vía consulta o vía Asamblea Constituyente, para modificaciones en la institucionalidad del Estado. Lo otro sería poder hacer un buen gobierno, para que ese sea su mejor crédito para ser reelecto en las elecciones del 2025.

¿Qué con la deuda interna del Gobierno central, de otras entidades e instituciones, como el IESS, para contratistas de obras y proveedores de servicios? Son miles de millones de dólares que han llegado a acumularse por años, porque para que no se exija su pago se multiplican argumentos para no pagar, siendo el más invocado “falta auditar”, porque no interesa hacerlo. La circunstancia es caldo de cultivo de la corrupción, porque a los contratistas o proveedores que no inflan los precios los ahogan en iliquidez y pueden llevar a quebrarlos de no pagárseles, o para cobrar deben llegar a acuerdos. La tentación de un gobernante puede ser: primero les pago a contratistas y proveedores actuales, no a los de épocas anteriores, aun cuando la ley ordena priorizar deudas anteriores para los pagos.

¿Qué con la dolarización?, ¿seguiremos con el dólar norteamericano como la moneda de curso obligatorio o se va a emitir moneda propia? Un desacierto puede arrastrar al país. No hay posibilidad de inversión, de pago y de gasto público de no reordenárselo. Antes de la vigencia de la dolarización, cuando en el Ecuador había emisión de moneda nacional, igual que en otros países, la tentación llevó al descontrol, Argentina, Venezuela, Nicaragua llegaron a pagos en fajos de billetes. En las declaraciones se escuchan frases como “queremos soberanía monetaria”, “¿de qué sirve tener reserva monetaria cuando hay necesidades de pagar y de invertir?”. Si se ordena que la liquidez pública en dólares se la tome para pagar e invertir, habrá un espejismo de bonanza por los montos que se estén invirtiendo y pagando, pero en semanas llegaría la resaca y quizás la demanda de emitir una nueva moneda nacional para liberar obligaciones dentro del país. Así fue cuando Argentina tuvo que salir de la convertibilidad y regresar a la moneda nacional, en enero del 2002, con inmanejable crisis fiscal.

¿Vamos a entrar en experimentos?, ¿para lo inmediato y meses siguientes habrá gobernabilidad?, ¿calidad de vida o miseria para los años por venir? (O)