Estamos abarrotados de noticias negativas: sicariatos, robos, abusos, temores, etc. Si nos centramos en los problemas delincuenciales está claro que vivimos una penosa y grave indefensión. Si nos centramos en los problemas de justicia está claro que las carencias físicas son terribles, y es muy evidente también que al menos algunos de los jueces que liberan presuntos criminales de bandas delincuenciales son amenazados: o los sueltan o los matan. Esos jueces también son víctimas de la criminalidad, como lo fueron la directora administrativa del tristemente célebre hospital Teodoro Maldonado Carbo y las jóvenes guías penitenciarias acribilladas hace unos días mientras almorzaban.

Si nos vamos al análisis del juicio político la situación también es patética. Todos sabemos que la delincuencia disminuirá notablemente el día en que las cárceles queden sin señal de celular, pues los delitos se organizan desde ahí, sin embargo, las autoridades competentes no dicen ni pío. Es decir, no combaten la causa, y la lucha contra los efectos está claro que está perdida. Es evidente que si cortan la señal pueden morir. Así de sencillo. En definitiva, estamos liquidados por el momento.

¿Qué le pasó a este país, dueño de un clima privilegiado, de lindas playas, de precioso paisajes y montañas, de gente noble? Tal vez nunca lo logremos determinar. Lo cierto es que, globalmente hablando, el Estado no puede protegernos y muchas instituciones no funcionan, la fe de la ciudadanía en sus autoridades va muriendo. Ergo, la ciudadanía tendrá que ser, hasta donde pueda, artífice de su destino. Debe organizarse, planificar, ejecutar e impulsar proyectos específicos en su beneficio, crear corporaciones civiles, agruparse organizadamente en los barrios; en definitiva, salir adelante.

Algunas ideas: crear un chat común entre vecinos para auxiliarse mutuamente, tener un botiquín de primeros auxilios, organizar juegos infantiles (pues jugar en las calles es un peligro), fijar un sitio de reuniones comunales periódicas, aprender de la importancia que los indios dan a la vida de la comunidad, publicar artículos de interés, enseñar a los niños la importancia de la familia, de la moral, de la solidaridad, de la dignidad, de ser positivos, de respetar a los semejantes, de rechazar la violencia. Es como que hay que empezar de cero. Cada ciudad debería organizar una Junta Cívica que la lidere moralmente, sin “figuretis”. Guayaquil clama por una Junta Cívica que la lidere moralmente. La Junta Cívica tuvo su época de oro. Recuerdo a Carlos Estrada, al mismo Danilo Carrera, actual víctima de las circunstancias. Recuerdo el compromiso de ambos.

La sociedad civil debe organizarse para bien, recuperar su plenitud, el civismo. Es el momento de las juntas cívicas, de las organizaciones barriales, de los liderazgos sanos. El pesar en que vivimos debe ser una oportunidad para nuestro crecimiento cualitativo como sociedad. En una frase: debemos reaccionar para bien y con nobleza.

Al hacer realidad el civismo velamos por nosotros mismos. Luchemos por salir adelante. Es el camino correcto. (O)