Más allá de encontrar responsables directos e indirectos del actual estado de violencia que sin precedentes en la historia vive el país, que sí existen y que no se inmutan, es la hora de la unidad nacional, de la cohesión de todos los sectores para apoyar de manera irrestricta al presidente, a las FF. AA. y a la Policía en su lucha por erradicarla y recuperar la paz.

Se ha visto con buenos ojos las primeras colaboraciones que han empezado desde el sector productivo a militares y policías que están en esta lucha, que tendrá sus consecuencias al reconocer el Gobierno, en el estado de excepción, la existencia de un conflicto armado interno. Se ha identificado a las organizaciones terroristas a las que se les ha señalado como objetivos militares y la orden de actuar y ejecutar operaciones para neutralizarlas, bajo el derecho internacional humanitario y el respeto de los DD. HH., aunque esos sectores violentos no lo hacen.

En peores plazas hemos toreado

La violencia debe encontrarnos unidos, con fortaleza para combatirla y seguir hacia adelante en el afán de recuperar lo que siempre fue el país: un lugar de paz, trabajo, fraternidad, más allá de las deficiencias, inequidades y diferencias políticas que en una democracia civilizada son normales, aunque hace más de una década se haya sembrado el odio y la polarización de posiciones.

Solo cuando se pierde la paz se valora su importancia, pero a veces resulta demasiado tarde cuando no se supo apreciarla. Colombia es un ejemplo para reflexionar con seriedad, en donde se ha vivido un ambiente violento generalizado desde mediados del siglo pasado y al comienzo no se quiso entender.

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La fuerza de los acontecimientos, con un saldo de centenares de miles de muertos, civiles y militares, responsables e inocentes; miles de millones de dólares perdidos, una zozobra permanente durante décadas, les obligó a unirse y reclamar airadamente la paz. Al comienzo no invirtieron lo que debieron hacer, sector público y privado, pero luego tuvieron que realizarlo obligados por la realidad y entendieron este problema mayor. Empero, pese a la proclama oficial, no se logra aún la paz total.

En medio de una profunda crisis económica, social, de desempleo, no queda otra alternativa que conseguir recursos, materiales y ayuda militar internacional y del sector productivo privado, para invertir en seguridad, sin la cual no habrá desarrollo. Solos será muy difícil.

Esta lucha firme y decidida no puede generar caos, desesperación, pánico, ni caer en el juego de los grupos violentos al dar crédito a imágenes y noticias falsas, especialmente en redes sociales, que profundizan un ambiente de incertidumbre y nerviosismo, que es lo que buscan.

No cabe caer en la ingenuidad al propalar rumores o noticias falsas, que confunden y desinforman. Por ello la importancia de confirmar y contrastarlas con fuentes oficiales para no confundir en un momento de guerra interna declarada en el estado de excepción que se vive.

Tampoco cabe bajar los brazos y creer que esta lucha es exclusiva del Gobierno, el presidente, militares y policías. Por ello la importancia de la unidad nacional, que empieza en los hogares y luego en el pleno conocimiento de la buena vecindad. (O)