El paradigma del cambio demográfico que estamos viviendo representa una de las transformaciones sociales más importantes en la comunidad internacional. Obviamente, cada nación tiene sus particularidades, pero la falta de nacimientos y la mayor longevidad tienen efectos en todas ellas.

Según las Naciones Unidas, la población mundial se incrementará en el año 2050 en 2 mil millones de personas, lo que significa que en 27 años pasaremos de 7,7 mil millones a 9,7 mil millones, hasta llegar a 11 mil millones al final del siglo, cuando comenzará a declinar la población por una mayor falta de nacimientos.

Los mayores de 65 años conforman hoy el grupo poblacional que más crece. Por primera vez en la historia, en el año 2018 los adultos mayores fueron más que los niños menores de 5 años y, para el año 2050, serán más que los adolescentes y jóvenes entre 15 y 24 años. Hoy hay más mayores adultos que niños naciendo.

La pirámide de la población se ha invertido. El mundo enfrentará el reto de dar empleo, mantener y cuidar a las poblaciones de adultos mayores en números cada vez más grandes.

La transición demográfica tendrá consecuencias y oportunidades en todos los sectores, tanto a nivel nacional como internacional. Hablamos de realidades que requerirán de conocimiento, análisis y que demandarán liderazgo pragmático e ilustrado por sus implicaciones en la vida nacional e internacional.

Las sociedades mundiales están decreciendo porque hay una menor tasa de natalidad. Esto se debe a un gran número de factores, entre ellos un papel cada vez más protagónico de la mujer en todos los estamentos, su mayor educación, la incursión en el mercado laboral, los cambios culturales y de tradiciones que implican las nuevas modalidades de vida, la creciente urbanización y las exigencias de la vida diaria impuestas por los estilos de vida imperantes.

Para muchas analistas, entre ellas Avivah Cox, las mujeres se encuentran en una disyuntiva cada vez más compleja y “están votando con su útero”, no quieren más niños que las atan a condiciones limitantes de su propia realización. Por lo tanto, hay que reformar las sociedades para que encuentren el punto de equilibrio que permita su perpetuación.

En las actuales circunstancias, es imperativo traer a la discusión nacional todo tipo de iniciativas para enfrentar esta realidad. Tenemos necesidad de acuerdos nacionales puntuales, con vocación de país y no de intereses seculares. Patear el problema para adelante solo lo agravará hasta llegar a situaciones de crisis y provocar enfrentamientos entre hermanos.

No debemos olvidar que las leyes y actitudes sociales deben cambiar también hacia los adultos mayores. Ellos continuarán siendo un núcleo importante de la sociedad nacional y global al trascender los umbrales de la edad artificialmente impuestas.

Urge que la comunidad internacional aborde este tema de manera decidida y con voluntad política, por ello, es fundamental una Convención Internacional de las Naciones Unidas que proteja sus derechos. (O)